lunes, 25 de enero de 2016

Antepasados / Cesare Pavese




Antepasados 

Aturdido por el mundo me llegó una edad
en que tiraba golpes al aire y lloraba solo.
Escuchar los discursos de hombres y mujeres
sin saber responder, es poca alegría.
Pero aun esto pasó: no estoy más solo
y, si no sé responder, sé arreglarme sin eso.
He encontrado compañeros encontrándome a mí mismo.

He descubierto que, antes de nacer, he vivido
siempre en hombres sólidos, señores de sí,
y ninguno sabía responder y todos eran calmos.
Dos cuñados han abierto un negocio -la primera fortuna
de nuestra familia- y el extraño era serio,
calculador, despiadado, mezquino: una mujer.
El otro, el nuestro, en el negocio leía novelas
-en provincia era mucho- y los clientes que entraban
se oían responder con breves palabras
que azúcar no, que sulfato tampoco,
que estaba todo agotado. Y ocurrió más tarde
que este último dio una mano al cuñado quebrado.

Al pensar en esta gente me siento más fuerte
que delante del espejo alzando las espaldas
y armando en los labios una sonrisa solemne.
Ha habido un abuelo mío, remoto en los tiempos,
que fue estafado por un campesino suyo
y entonces zapó él mismo las viñas -en verano-
sólo para ver un trabajo bien hecho. Así
he vivido siempre y siempre he tenido
una cara segura y pagado al contado.

Y las mujeres no cuentan en la familia.
Quiero decir, nuestras mujeres están en casa
y nos traen al mundo y no dicen nada
y nada cuentan y no las recordamos.
Cada mujer nos infunde en la sangre algo nuevo,
pero todas se anulan en la obra y nosotros,
renovados de ese modo, somos los que duramos.
Estamos llenos de vicios, de antojos y de horrores
-nosotros, los hombres, los padres- alguno se mató,
pero una sola vergüenza nunca nos ha tocado,
no seremos nunca mujeres, nunca sombras de nadie.

He encontrado una tierra encontrando compañeros,
mala tierra, donde es un privilegio
no hacer nada, pensando en el futuro.
Porque el solo trabajo no nos basta a mí y a los míos;
sabemos rompernos, pero el sueño más grande
de mis padres fue siempre no hacer nada útil.
Hemos nacido para vagar por esas colinas,
sin mujeres, con las manos en la espalda.



Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908-Turín, 1950), Lavorare stanca, 1936, 1943
Versión de J. Aulicino



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miércoles, 20 de enero de 2016

Giuseppe Ungaretti / Peregrinaje




Peregrinaje


Al acecho
en este triperío
de escombros
hora tras hora
arrastré
mi esqueleto
gastado de fango
como una suela
o una semilla
de espino

Ungaretti
hombre de pena
una ilusión te basta
para darte coraje

Un reflector
más allá
pone un mar
en la niebla


Valloncello dell’Albero Isolato, 16 agosto de 1916

Giuseppe Ungaretti (Alejandría, Egipto, 1888-Roma, 1970), Vita d'un Uomo I - L'allegria, 1914-1919, Mondadori, Verona, 1957

Versión de Jorge Aulicino



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viernes, 15 de enero de 2016

Unos versos, en el exilio, de Bertolt Brecht




“Lo sé: sólo gusta
quien es feliz. Su voz
con gusto se escucha. Bello es su rostro.

El árbol estropeado en el patio
denuncia el mal terreno, pero
al que pasa le estorba,
y con razón.

Los verdes botes y las alegres velas del Sund
no los veo. Entre tantas cosas
veo sólo la red de los pescadores, frágil.
¿Por qué voy diciendo sólo que
la campesina de cuarenta años anda encorvada?
Los senos de las muchachas
son calientes como antes.

En mi canto una rima
me parecería casi una insolencia.

En mí luchan
el entusiasmo por el manzano en flor
Y el horror por los discursos del Enjalbegador.
Pero sólo lo segundo
me empuja hacia la mesa de trabajo.

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“Hoy, mañana de Pascua,
una imprevista tormenta de nieve ha pasado sobre la isla.
Entre los setos ya verdes había nieve. Mi hijo
me llevó hacia un albaricoquero seco a lo largo de la pared de casa,
lejos de una estrofa en que con el dedo yo señalaba quienes estaban
preparándola, una guerra que
al continente, a esta isla, a mi pueblo, a los míos y a mí mismo
podía exterminar. Sin palabras
hemos puesto una tela de saco
sobre el árbol que se helaba.”

Bertolt Brecht



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domingo, 10 de enero de 2016

Unos versos de Hölderlin






“Pero a nosotros no nos es dado
en lugar alguno descansar,
desaparecen, caen,
sufriendo los hombres,
a ciegas, de una
a otra desgracia,
como agua de roca
en roca arrojada
durante años en el incierto camino hacia abajo.”


Hölderlin

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jueves, 7 de enero de 2016

W. G. Sebald / Tres poemas





A través de Holanda en tinieblas 

En los invernaderos
acechan los pepinos
El funcionario de aduanas toma
  prestado
mi diario de la tarde
La mano mojada
no arroja sombra alguna
El emperador Guillermo sigue
fumando sus cigarros
De la tierra ganada
ni rastro


Holkham Gap 

Ámbito verde
para prismáticos
y ornitólogos
camuflados
Allá atrás la bahía
un arco más ancho
que el horizonte
más lejano
Aquí esperó
la Guardia Nacional
la aparición
del león marino
Como el monstruo no se dejó ver
se permitió al barrón
reconquistar
las líneas fortificadas
Pero el tío Toby
no acaba de fiarse
de la paz
Llena su almohada
de arena y desea
que llegue la marea


Trigonometría de las esferas 

En el año de luto
el abuelo guardó
el piano en el desván
y no lo bajó
nunca más
En cambio con un catalejo
de latón explora ahora
los caminos circulares del cielo
Su cuaderno de bitácora registra
un cometa vagabundo
y la frase categórica
la Luna es un producto artificial de la Tierra
Por
él sé también
que allí donde la noche da la vuelta
sienta un santo
y ruge como un león
Y no olvides me dijo una vez
que del signo de Aries
el viento del norte trae la luz
a los manzanos

W.G. Sebald (Wertach im Allgäu, Baviera, 1944 - Norfolk, RU, 2001), versiones de Xabiero Cayarga, El Cuaderno nº 51, diciembre de 2013



Foto: Sebald por Christian Scholz, 1997



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domingo, 3 de enero de 2016

Ho Chi Minh / poemas





Una broma
El Estado me alimenta con arroz,
habito sus palacios,
sus guardianes se turnan para servirme de escolta.
Contemplo sus montañas y sus ríos cuando quiero:
con tantos privilegios, un hombre
es realmente un hombre.


Una delegación inglesa en China
Los americanos se han ido; ahora
llegan los ingleses.
Se le da la bienvenida a la delegación
por todas partes.
Yo también soy un delegado
en una visita amistosa a China.
Sólo que la bienvenida que a mí me dan,
es otra.


Alerta en Vietnam
¡Mejor la muerte que la esclavitud!
En todo mi país ondean
nuevamente las banderas rojas.
Oh, lo que es ser un prisionero en un tiempo así.
Cuándo seré libre para tomar
mi puesto en la batalla.


Al escuchar moler arroz
Cuánto debe sufrir el arroz bajo el triturador.
Pero después de molido es blanco como el algodón.
A menudo le sucede lo mismo
a los hombres de este mundo:
el taller de la desgracia los convierte
en jade pulido.




Nguyen Tat Than (1890-1969), más conocido por su nombre de guerra, Ho Chi Minh, el gran revolucionario vietnamita, escribió estos poemas en 1942 durante una estadía en prisión que sufrió en China. Había viajado a ese país durante la guerra antijaponesa para entrevistarse con Mao Tsetung, pero fue capturado por la policía de Chiang Kaishek y enviado a distintas cárceles durante más de catorce meses. Se trata de poemas breves que describen la vida en la cárcel con expresiones de tristeza, humor y espíritu de lucha.

Esta versión traducida del francés pertenece a Emilio Jáuregui.



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