lunes, 29 de septiembre de 2014

Rubén Darío





Que el amor no admite cuerdas reflexiones 





Señora, Amor es violento,
y cuando nos transfigura
nos enciende el pensamiento
la locura.

No pidas paz a mis brazos
que a los tuyos tienen presos:
son de guerra mis abrazos
y son de incendio mis besos;
y sería vano intento
el tornar mi mente obscura
si me enciende el pensamiento
la locura.

Clara está la mente mía
de llamas de amor, señora,
como la tienda del día
o el palacio de la aurora.
Y el perfume de tu ungüento
te persigue mi ventura,
y me enciende el pensamiento
la locura.

Mi gozo tu paladar
rico panal conceptúa,
como en el santo Cantar:
Mel et lac sub lingua tua.
La delicia de tu aliento
en tan fino vaso apura,
y me enciende el pensamiento
la locura.


Rubén Darío



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viernes, 26 de septiembre de 2014

Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto... / Idea Vilariño




Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto... 


Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto,
sino darse y tomar perdida, ingenuamente,
tal vez pude elegir, o necesariamente,
tenía que pedir sentido a toda cosa.

Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y despiadadamente al borde de la angustia
y este terco sentir debajo de su música
un silencio de muerte, de abismo a cada cosa.

Tal vez debí quedarme en los amores quietos
que podrían llenar mi vida con un nombre
en vez de buscar al evadido del hombre,
despojado, sin alma, ser puro, esqueleto.

Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.
sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.

Tal vez pude subir como una flor ardiente
o tener un profundo destino de semilla
en vez de esta terrible lucidez amarilla
y de este estar de estatua con los ojos vacíos.

Tal vez pude doblar este destino mío
en música inefable. O necesariamente...

Idea Vilariño



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martes, 23 de septiembre de 2014

Escrito en la estela del último ángel caído / Julio Vélez




Escrito en la estela del último ángel caído
el jardín se adentra en la noche.
Pareciera que la luz y el cielo estrellado
alargaran sus nidos de pájaros oscuros,
y el primero de los besos navegara sin retorno
dentro del jardín, donde el ángel
ha encerrado la espada de fuego
de todos los paraísos.

Julio Vélez



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sábado, 20 de septiembre de 2014

El ángel custodio del no-sentir / Jorie Graham




El ángel custodio del no-sentir 


Como donde sopla un viento.
Te lo puedo enseñar.
La forma de desesperación que llamamos “mundo”.
Un robo, sí, pero murmurador, lleno de miedo.
En el cual el “yo” es visto meramente como espécimen,
incompleto por ello, dotado en exceso,
maniobrado para librarse de precipitados
biológicos –hipótesis, humildades,
propensiones…
¿Quieres venir conmigo?
¿Sabes cómo se ven distancias en un paisaje?
Podemos emborronarlo. Podemos disolverlo
todo. ¿Conoces la edad previa?
¿El modo en que carece de forma hasta que el amor
la recorta? Degustamos el cariño crudo, taciturno, duradero,
hasta gastarlo, lo picoteamos, lo erosionamos, hasta hacerlo
desaparecer, el coraje liviano, el equipaje agujereado
en el que llevas de un sitio a otro
tus sueños traspasados de corrientes –sueños de formas, de
conciencias
en bisagras, todos entrelazados –sueño adelante –
la cadena que echaste está sonando,
aunque está hecha de aire, de menos, mira, por aquí
refleja, por aquí se curva
en espacio, por aquí se asemeja – rápido – sólo por una
milésima de segundo –a la felicidad – conjunto incorruptible –
qué relajante, tan real, un saliente sobre
la cascada – sucede con la música, cuando
escuchas –cuando intentas escuchar –
el aislamiento de lo exiguo, el tú en soledad,
un ínterin erizado de argumentos, ilusiones –
constituyen lesiones, se despliegan por una piel
desnuda, una ondulada extensión planetaria de piel humana,
no como la sensación de una presencia inadvertida,
no como – oh demolición de ola,
Estamos esperando a que suene el teléfono,
Estamos ocupados - ¿o no? – nos aferramos – las versiones
de la desolación que marcamos en listas, en
millas – la ola, aparece la ola
pero cuando se retira se encrespa en su borde
como paradero, la luz de la luna azota
en su rizo, repiquetea como inventario en su rizo,
la ola – despierta – la ola cuyos trozos
te daré si todavía piensas –
Pospón el día del debilitamiento,
deja que la barra de arena se alce a nuestras espaldas,
la cama servirá,
el salpicar de la textura, la sombra – manga con brocados
sobre la silla – el corredor de misterios
que denominas tu pelo – la mampostrería de tus
retrasos – pluma, tinta, papel – amigo mío,
mira la tinta, hunde los dedos por su cuello abierto,
pon la mano en el labio – así – hazlo otra vez, otra vez,
borda la boca, frota, exagera –
pequeñas formas en halo alrededor de los dientes,
el espejo en la pared lo muestra todo,
furioso, votivo –
oh, mira, el corazón pequeño
pronunciando, declamando, expulsando sus ceros negros,
crujientes, inaudibles.

Jorie Graham 

(La errancia, trad. Julián Jiménez Heffernan).





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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Patricia Heras








Tecnodescarga


Sólo busco con las manos
el bombeo acelerado de mi sangre
el vértigo silencioso de un descenso largo y lento
de un ascenso largo y lento que ígneo me paralice.
Ni palabras de amor ni locuras
sólo busco con las manos
el salto mortal que me arroje plácido hacia mi electrizante vacío,
el húmedo cortocircuito que me derrame en sordo delirio.
Una adorable venganza infernal
que acalle el murmullo constante del ser que me habita.
Sólo busco con las manos extraerme
abandonarme a mi propia disposición,
suspenderme endiosada en un febril delirio
trenzando así el éxtasis que me alimenta.
Perderme en mí, conmigo.
Ni locuras ni palabras de amor.
Sólo busco con las manos someterme a mi descaro
y verterme en él.


Patricia Heras

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domingo, 14 de septiembre de 2014

Juan Bufill






LA PIEL

en el clima de la noche de verano
el cuerpo se abre al espacio
al aire húmedo y cálido
a la noche parecida a su interior

entonces los imanes de aguafuego
se reconocen espejos
sedientos de beber esa otra sed
de ser bebidos bebiendo

uniones por la piel
que siente vivo su sueño
y sabe tomar decisiones
durante el juego del cuerpo


Juan Bufill



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jueves, 11 de septiembre de 2014

JUAN GELMAN





El juego en que andamos

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.

JUAN GELMAN



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lunes, 8 de septiembre de 2014

Robert Lowell





Para hablar del infortunio que hay en el matrimonio 


La noche calurosa nos hace mantener abiertas las ventanas del dormitorio.
Nuestra magnolia florece. La vida comienza a acontecer,
mi excitado marido interrumpe sus discusiones hogareñas
y recorre las calles de un lado a otro, en busca de prostitutas,
lanzándose por el filo de la navaja.
Ese insensato podría matar a su mujer y luego jurar no beber más.
Oh la monótona bajeza de su lujuria...
Es la injusticia... él es tan injusto...
ciego de whisky volviendo a casa a las cinco, fanfarroneando.
¿Qué lo mueve? Cada noche ato a mi muslo
diez dólares y la llave del auto...
Aguijoneado por la urgencia de su deseo,
se desploma sobre mí como un elefante.


Robert Lowell
(Boston, 1917-Nueva York 1977), Alberto Girri, Versiones, Corregidor, Buenos Aires, 1974 [no bilingüe]




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viernes, 5 de septiembre de 2014

Estatura y poesía / Augusto Monterroso






Estatura y poesía 


Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista.
Eduardo Torres


Sin empinarme, mido fácilmente un metro sesenta. Desde pequeño fui pequeño. Ni mi padre ni mi madre fueron altos. Cuando a los quince años me di cuenta de que iba para bajito me puse a hacer cuantos ejercicios me recomendaron, los que no me convirtieron ni en más alto ni en más fuerte, pero me abrieron el apetito. Esto sí fue problema, porque en ese tiempo estábamos muy pobres. Aunque no recuerdo haber pasado nunca hambre, lo más seguro es que durante mi adolescencia pasé buenas temporadas de desnutrición. Algunas fotografías (que no siempre tienen que ser borrosas) lo demuestran. Digo todo esto porque quizá si en aquel tiempo hubiera comido no más sino mejor, mi estatura sería más presentable. Cuando cumplí veintiún años, ni un día menos, me di por vencido, dejé los ejercicios y fui a votar.

De todos es sabido que los centroamericanos, salvo molestas excepciones, no han sido generalmente favorecidos por una estatura extremadamente alta. Dígase lo que se diga, no se trata de un problema racial. En América hay indios que aventajan en ese sentido a muchos europeos. La verdad es que la miseria y la consiguiente desnutrición, unidas a otros factores menos espectaculares, son la causa de que mis paisanos y yo estemos todo el tiempo invocando los nombres de Napoleón, Madero, Lenin y Chaplin cuando por cualquier razón necesitamos demostrar que se puede ser bajito sin dejar por eso de ser valiente.

Con regularidad suelo ser víctima de chanzas sobre mi exigua estatura, cosa que casi me divierte y conforta, porque me da la sensación de que sin ningún esfuerzo estoy contribuyendo, por deficiencia, a la pasajera felicidad de mis desolados amigos. Yo mismo, cuando se me ocurre, compongo chistes a mi costa que después llegan a mis oídos como productos de creación ajena. Qué le vamos a hacer. Esto se ha vuelto ya una práctica tan común, que incluso personas de menor estatura que la mía logran sentirse un poco más altas cuando dicen bromas a mi costa. Entre lo mejorcito está llamarme representante de los Países Bajos y, en fin, cosas por el estilo. ¡Cómo veo brillar los ojos de los que creen estarme diciendo eso por primera vez! Después se irán a sus casas y enfrentarán los problemas económicos, artísticos o conyugales que los agobian, sintiéndose como con más ánimo para resolverlos.

Bien. La desnutrición, que lleva a la escasez de estatura, conduce a través de ésta, nadie sabe por qué, a la afición de escribir versos. Cuando en la calle o en una reunión encuentro a alguien menor de un metro sesenta, recuerdo a Torres, a Pope o a Alfonso Reyes, y presiento o casi estoy seguro de que me he topado con un poeta. Así como en los francamente enanos está el ser rencorosos, está en los de estatura mediana el ser dulces y dados a la melancolía y la contemplación, y parece que la musa se encuentra más a sus anchas, valga la paradoja, en cuerpos breves y aun contrahechos, como en los casos del mencionado Pope y de Leopardi. Lo que Bolívar tenía de poeta, de ahí le venía. Quizá sea cierto que el tamaño de la nariz de Cleopatra está influyendo todavía en la historia de la Humanidad; pero tal vez no lo sea menos que si Rubén Darío llega a medir un metro noventa la poesía en castellano estaría aún en Núñez de Arce. Con la excepción de Julio Cortázar, ¿cómo se entiende un poeta de dos metros? Vean a Byron cojo y a Quevedo patizambo; no, la poesía no da saltos.

Llego a donde quería llegar.






El otro día me encontré las bases de unos juegos florales centroamericanos que desde 1916 se celebran en la ciudad de Quezaltenango, Guatemala. Aparte de la consabida relación de requisitos y premios propios de tales certámenes, las bases de éste traen, creo que por primera vez en el mundo, y espero que por última, una condición que me movió a redactar estas líneas, inseguro todavía de la forma en que debe interpretarse.

El inciso e] del apartado "De los trabajos", dice:
"e] Debe enviarse con cada trabajo, pero en sobre aparte, perfectamente cerrado, rotulado con el pseudónimo y título del trabajo que ampara, una hoja con el nombre del autor, firma, dirección, breves datos biográficos y una fotografía. Asimismo se suplica a los participantes en verso enviar, completando los datos, su altura en centímetros para coordinar en mejor forma el ritual de la reina de los Juegos Florales y su corte de honor."

Su altura en centímetros.

Una vez más pienso en Pope y en Leopardi, afines únicamente en esto de oír (con rencor o con tristeza) pasar riendo a las parejas normales, en las madrugadas, después de la noche del día de fiesta, frente a sus cuartos compartidos duramente con el insomnio.

Augusto Monterroso



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martes, 2 de septiembre de 2014

Gabriel Ferrater






OCIO

Ella duerme. La hora en que los hombres
ya se han despertado, y poca luz
entra todavía para herirlos.
Con muy poco tenemos bastante. Sólo
el sentimiento de dos cosas:
la tierra gira y las mujeres duermen.
Conciliados, caminemos
hacia el fin del mundo. No necesitamos
hacer nada para ayudarlo.

Gabriel Ferrater


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