jueves, 3 de octubre de 2013

Frank O'Hara





Personismo. Un manifiesto
por Frank O'Hara

Todo está en el poema, pero, ante el riesgo de hablar como Allen Ginsberg de un pobre rico, te escribiré porque acabo de oír de labios de unos colegas poetas que un poema mío no puede captarse en una lectura porque yo también estaba confundido. Vamos, vamos. No creo en Dios, de modo que no debo formular y expresar estructuras elaboradas. Odio a Vachey Lindsay, siempre lo he odiado; ni siquiera me gusta el ritmo, la asonancia, todo eso. Uno no hace más que seguir su nerviosismo. Si alguien nos corre con un cuchillo por la calle, uno también corre, no se da vuelta en la esquina para gritar "¡dejá de perseguirme, en la secundaria fui una estrella de la pista de atletismo!".

Eso, en cuanto a lo que se refiere a escribir poemas. En cuanto a su recepción, suponete que estás enamorado y alguien te maltrata. Vos no le decís "¡hey, no podés herirme así, yo te quiero!". Sólo dejás caer los diferentes cuerpos donde caigan y todos caen siempre a los pocos meses. En primer lugar, sin embargo, no es por eso que te enamoraste, nada más que por aferrarte a la vida, de manera que debés arriesgarte y evitar ser lógico. El dolor siempre produce la lógica, lo que es muy malo para vos.

No estoy diciendo que prácticamente yo no tenga las mismas ideas elevadas de cualquiera de los que escriben hoy, pero, ¿qué importa? No son más que ideas... Lo único bueno es que, cuando me siento excelso, dejo de pensar y entonces llegan refrescos.

Ahora bien, ¿importa, en realidad, que alguien lo reescriba, entienda lo que quiere decir o los mejores? ¿Los mejores para qué, para la muerte? ¿Para qué hay que apresurarlos? Hay demasiados poetas que se portan como una madre de edad mediana que quiere que sus hijos coman mucha carne con papas y jugo (de lágrimas). Me importa un bledo que coman o no. Comer a la fuerza conduce a una delgadez excesiva (débil y decadente). Nadie debe sentir algo que no necesite sentir ni dejar que la poesía se aproveche de ellos. También me gusta el cine. Después de todo, de todos los poetas estadounidenses, sólo Whitman, Crane y Williams son mejores que el cine. En cuanto a la medida y el reto del aparato técnico, sólo basta el sentido común: si vas a comprar un par de pantalones, buscá los más ajustados para que todo el mundo quiera acostarse con vos. No hay nada metafísico en eso, a menos, por supuesto, que te halagues hasta sentir que lo que sentís es "un anhelo".

La abstracción en la poesía sobre la cual hace poco Allen Ginsberg hizo un comentario es intrigante. Creo que aparece sobre todo en los detalles diminutos cuando se hace necesario tomar una decisión. La abstracción (en la pintura) implica la desaparición personal del poeta. Por ejemplo, la decisión que implica optar entre la nostalgia "del" infinito y la nostalgia "por" el infinito define una actitud hacia un grado de abstracción. La nostalgia "del" infinito representa un grado mayor de abstracción y la capacidad negativa (como en Keats y en Mallarmé).

El Personismo, un movimiento que acabo de fundar y sobre el cual nadie sabe nada, me interesa muchísimo, pues es tan opuesto a esta clase de desaparición abstracta que, en realidad, se aproxima a la verdadera abstracción en la primera vez en la historia de la poesía. El Personismo es a Wallace Stevens lo que la "póesie pure" era a Béranger. El Personismo no tiene nada que ver con la filosofía: es todo arte. No tiene nada que ver con la personalidad o con la intimidad. ¡Por el contrario! Para darte una idea general, uno de sus aspectos mínimos radica en que se dirige a una persona (distinta del propio poeta) y, de esa forma, evoca una insinuación amorosa sin destruir esa vulgaridad del amor de despertar la vida y sustenta el sentimiento del poeta hacia su poema, al mismo tiempo que evita que el amor lo lleve a sentir algo hacia esa persona. Eso es parte del Personismo, fundado por mí después de un almuerzo con LeRoy Jones el 27 de agosto de 1959, día en que me estaba enamorando de alguien (incidentalmente, no de LeRoy sino de alguien rubio). Volví a casa a trabajar y escribí un poema para esta persona. Mientras lo escribía, me di cuenta de que, si quería, podía hablar por teléfono en vez de escribir el poema y así nació el Personismo.

Se trata de un movimiento muy excitante que, sin duda, tendrá un montón de adherentes. Ubica el poema directamente entre el poeta y la persona, al estilo de Lucky Pierre, y el poema queda gratificado. Por fin tenemos el poema entre dos personas y no entre dos páginas. Con toda modestia, confieso que puede ser la muerte de la literatura tal cual la conocemos. Si bien lo lamento de alguna manera, me alegro de haber llegado antes de Alain Robbe-Grillet. Como la poesía es más rápida y más segura que la prosa, resulta justo que sea la poesía la que acabe con la literatura. Durante un tiempo la gente pensaba que Artaud iba a lograr eso, pero, a pesar de toda su magnificiencia, sus escritos polémicos no están más fuera de la literatura que Bear Mountain del estado de Nueva York. Su relación no es más asombrosa que la de Dubuffet con la pintura.

¿Qué se puede esperar del Personismo (esto se está poniendo bueno ¿no?)? Todo, pero no lo tendremos. Es un movimiento demasiado bueno, demasiado vital para prometer nada. Sin embargo, igual que Africa, está en marcha. Será mejor que se cuiden tanto los residentes propagandistas de la técnica como los del contenido.


Revista Galera, Número 14. Abril-Mayo 2010, Buenos Aires (sin mención de traductor)




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