martes, 5 de mayo de 2015

PEQUEÑAS COSAS QUE TRAE LA PAZ / JUAN MANUEL ROCA

un poema de juan manuel roca en la apertura de la “cumbre mundial de arte y cultura por la paz de colombia”




PEQUEÑAS COSAS QUE TRAE LA PAZ

                 JUAN MANUEL ROCA

El grafitero del alba,
Un fantasma
Que escribe la palabra dignidad,
¿Será ayudado por los guardias
En vez de convertirlo
En bocado de nieblas?

El que llamamos el otro,
El desconocido al que vemos
Parado en una esquina
O el que tropezamos
En un callejón,
Serán, así lo espero, algo más
Que fronteras invisibles.

El pobre diablo de la escuela,
Que no es pobre porque sueña
Y no es diablo porque
Su camisa tenga el color
De un viejo bazar de pueblo,
Tendrá, así lo espero,
El talismán de su voz
Para espantar el miedo
Y la ronda de las burlas.

El usurpado,
Que vio su casa esfumarse
En otras manos
Y solo tiene
Un albergue de paso
En el andamio de sus huesos,
Volverá a respirar su paisaje,
Su río sin muertos,
Su casa con techo
Y el beso de la uva
En el vino y en los labios.

El desplazado
Que ve al atardecer
El cambio de fases
De un semáforo
Bajo la lluvia,
-Rojo verde y amarillo-,
Pedirá una luna de sandía,
Una menguante de hinojo
Y otra luna de naranjo.

Se habla de grandes
Sucesos cuando venga la paz.

La verdad,
Me bastaría verla
Apacentando pequeñas cosas,
Encontrando en la niebla
De un país que ya no existe
Un balón, un trompo
O el caballo blanco
Que se esconde
En paisajes prohibidos.

Me bastaría con saber
Que las mujeres lloran
Al momento del ritual
De las cebollas
Y no al de las viudeces.

Que el río
No es una parcela
De tumbas.

Me bastaría sentir
Que el aire se refleje
En las cosas sencillas:
En la lámpara encendida
Para leer en la noche
Y no para buscar
Al que salió de casa
Sin regreso.

Bastaría que el descolorido
Almanaque de la zapatería
No sea  para contar
Los pasos del ausente.

Y las cosas olvidadas.

Una pausa en la cantina,
Un sueño bajo el árbol,
Un hombre que elige
Su propio camino.

En las ciudades
Sería bello reducir
El tiempo
Calcáreo y alienado
Que pasamos
En el limbo de los autos,
Secuestrados
De un tiempo muerto.

Y volver a pescar
En la alta noche,
A recorrer sin temor
Sus espacios estivales.

La única guerra
Que anhelo,
Madre, es contra el tedio,
Una guerra sin cuartel
Contra la servidumbre
Para tener el brazo
Dispuesto al abrazo
Y salir a la calle cuando
Estallen la noche
Y el verano.

Bueno será
Que en la pantalla
De los sueños
La paz no sea un cuervo
Disfrazado de paloma
Ni el llamado sibilino
Del tartufo.

¿Sería mucho pedir
Que la patria no sea
Una pérfida madrastra,
Una tirana,
O tan solo una palabra
En labios de sus dueños?

¿Que los muertos
En las falsas batallas
No sean parias
Que disfrazan de enemigos
En un guiñol siniestro?

¿Que la palabra libertad
Deje de ser
Acariciada por gendarmes
Y el telón del respeto
Cobije también
La sombra erguida 
Del insumiso,
Del desobediente?

No habrá paz
Con hombres y mujeres
Durmiendo en los umbrales.

Ni paz
Con racimos de despojos
Y niños que envejecen
Un año cada día
Al pie de las ciudades.

No habrá paz con usura,
Esa lepra del alma.

No podemos seguir
Jugando al olvido,
Atrapados en el paraíso.

¿Qué clase de paraíso
Es un lugar
Donde reina la serpiente
Antes que el árbol,
Un imperio cainita
Del hierro entre hermanos?

¿Qué clase de paraíso
Anuncian en las vallas
Donde un ángel custodio
Llena sus extramuros
De cercas y miserias?

Y Perdóname, madre,
Amo el perdón,
Desconfío del olvido.

Cuentan
Que a un general español
De los tiempos
De Isabel la segunda,
Un obispo le demandó
Que pidiera perdón
A sus enemigos.

El perplejo militar
Respondió
Desde su voz pedregosa
Que no tenía enemigos:
A todos los había ejecutado.

Podremos ser ilusos,
¿Pero cómo no soñar
Con un país donde nadie
Esté en la lista de espera
De los grandes señores
De todas las orillas
De la guerra?

Y de los grandes señores
Que miran con desparpajo
Su impaciente necrómetro.


De los que siempre
Tienen la voz engatillada.

Esperemos
Que la paz nos sorprenda
De lado y lado,
En el bando
De los sobrevivientes.

Quizá, entonces,
Hayamos desminado
El campo de las palabras
Cargadas de odio
Y envidia, dos hermanos
Siameses que cobran
Tantas bajas en la verdad
Y en la belleza.

Que una guerra interior
Sea contra la modorra.
Que los campos minados
Sólo sean los de la necesaria
Duda. Las emboscadas
Podrían ser la manera
De tomarnos por sorpresa
En nuestra desnudez moral,
La movilidad tendría que ver
Con un desprecio a los dogmas.

Deberíamos
Apostar centinelas
Que nos alerten
Frente a nuestras propias
Traiciones y enfilar
Una lucha sin cuartel
Contra los grandes ejércitos
De la mediocridad,
Los grandes ejércitos de
La servideumbre.

Pero si la paz
No es también
Una cosecha de ocio,
Una vendimia de luz
Y una conquista de sueños,
Habrá que volver a tejer
Las 3 letras de su palabra,
Y ya es tarde, hermana,
Para volver a casa.

                                            Bogotá, abril 6 de 2015.




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