lunes, 21 de abril de 2014

(y 10) LA PALABRA LIBERTADA. QUINCE REFLEXIONES PERSONALES (Y TRANSFERIBLES) SOBRE UN QUINCENIO POÉTICO. / Julio Vélez






15. 1989: Palabra es, además, historia

La palabra no es inocente. Sin el ser humano las palabras no existirían, como tampoco el ferrocarril o el microondas. Las palabras no pueden justificar el poder arbitrario. No es lo mismo la palabra hambre pronunciada por Agamenón, que por su porquero. No es lo mismo pronunciada por Edipo que por Antígona. Las palabras tienen cuerpo, sonidos, contexto, historia, alas… La palabra es necesidad o todavía estaríamos en el zoológico de la prehistoria. Hay palabras que alimentan como el pan y otras que nos sumergen en las tinieblas, palabras que son dulces gritos y otras que picotean en el subsuelo. Palabras que nos hacen crecer y que nos empequeñecen. Por pronunciamiento, la palabra es siempre maravillosamente culpable.




16. 1990: Tradición es futuro

La tradición es pasado y el pasado siempre está quieto, aseguran. Es como una fotografía inamovible, como una estatua de sal. Sin embargo, al igual que el presente, está vivo. No hay una, sino muchas tradiciones, tantas como posibilidades de futuro. La historia de la Literatura española está llena de tradiciones distintas. El pasado es futuro, es decir, memoria. No comparto algunas de las tradiciones desempolvadas en los últimos años por la sencilla razón de que no comparto el futuro que nos ofrece.
No he pretendido ser aquí un analista frío y taxonómico, sino un testigomás de una época. Como tal he hablado y reivindicado mi derecho al subjetivismo, mi derecho a la pasión, mi posibilidad de error. No pertenezco a la estirpe de los camaleones, ni tampoco a la de los dinosaurios. Más que beber vino, deseo que el vino me beba. Confío en algunos seres humanos, en miles y miles de personas en el ancho, largo mundo. Personas a las que no conozco pero a las que puedo abrazar en cualquier momento. La certeza de que cualquier tiempo pasado no es mejor no me lleva a la ceguera irracional del sueño por el sueño, sino a confirmar que mi memoria no es más que un adarme en el inmenso horizonte de una memoria colectiva.


Julio Vélez
(AA.VV. / “DEL FRANQUISMO A LA POSMODERNIDAD”)


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