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lunes, 21 de marzo de 2016

Refugio nocturno / Bertolt Brecht





Refugio nocturno 

Me han contado que en Nueva York,
en la esquina de la calle veintiséis con Broadway,
en los meses de invierno, hay un hombre todas las noches
que, rogando a los transeúntes,
procura un refugio a los desamparados que allí se reúnen.

Al mundo así no se le cambia,
las relaciones entre los hombres no se hacen mejores.
No es ésta la forma de hacer más corta la era de la explotación.
Pero algunos hombres tienen cama por una noche,
durante toda una noche están resguardados del viento
y la nieve a ellos destinada cae en la calle.

Algunos hombres tienen cama por una noche,
durante toda una noche están resguardados del viento
y la nieve a ellos destinada cae en la calle.
Pero al mundo así no se le cambia,
las relaciones entre los hombres no se hacen mejores.
No es ésta la forma de hacer más corta la era de la explotación.

( Bertolt Brecht 1931)


***

viernes, 15 de enero de 2016

Unos versos, en el exilio, de Bertolt Brecht




“Lo sé: sólo gusta
quien es feliz. Su voz
con gusto se escucha. Bello es su rostro.

El árbol estropeado en el patio
denuncia el mal terreno, pero
al que pasa le estorba,
y con razón.

Los verdes botes y las alegres velas del Sund
no los veo. Entre tantas cosas
veo sólo la red de los pescadores, frágil.
¿Por qué voy diciendo sólo que
la campesina de cuarenta años anda encorvada?
Los senos de las muchachas
son calientes como antes.

En mi canto una rima
me parecería casi una insolencia.

En mí luchan
el entusiasmo por el manzano en flor
Y el horror por los discursos del Enjalbegador.
Pero sólo lo segundo
me empuja hacia la mesa de trabajo.

***





“Hoy, mañana de Pascua,
una imprevista tormenta de nieve ha pasado sobre la isla.
Entre los setos ya verdes había nieve. Mi hijo
me llevó hacia un albaricoquero seco a lo largo de la pared de casa,
lejos de una estrofa en que con el dedo yo señalaba quienes estaban
preparándola, una guerra que
al continente, a esta isla, a mi pueblo, a los míos y a mí mismo
podía exterminar. Sin palabras
hemos puesto una tela de saco
sobre el árbol que se helaba.”

Bertolt Brecht



***

jueves, 4 de junio de 2015

Canción de la buena gente / Bertolt Brecht




Canción de la buena gente 


A la buena gente se la conoce
en que resulta mejor
cuando se la conoce. La buena gente
invita a mejorarla, porque
¿qué es lo que a uno lo hace sensato?
Escuchar y que le digan algo.

Pero, al mismo tiempo,
mejoran al que los mira y a quien
miran. No sólo porque nos ayudan
a buscar comida y claridad, sino,
más aún,
nos son útiles porque sabemos
que viven y transforman el mundo.

Cuando se acude a ellos,
siempre se les encuentra.
Se acuerdan de la cara que tenían
cuando les vimos por última vez.
Por mucho que hayan cambiado
-pues ellos son los que más cambian-
aún resultan más reconocibles.

Son como una casa que ayudamos a construir.
No nos obligan a vivir en ella,
y en ocasiones no nos lo permiten.
Por poco que seamos, siempre podemos ir a ellos,
pero tenemos que elegir lo que llevemos.

Saben explicar el porqué de sus regalos,
y si después los ven arrinconados, se ríen.
Y responden hasta en esto: en que,
si nos abandonamos,
los abandonamos.

Cometen errores y reímos,
pues si ponen una piedra en lugar equivocado,
vemos, al mirarla,
el lugar verdadero.
Nuestro interés se ganan cada día,
lo mismo que se ganan su pan de cada día.
Se interesan por algo
que está fuera de ellos.

La buena gente nos preocupa.
Parece que no pueden realizar nada solos,
proponen soluciones que exigen aún tareas.
En momentos difíciles de barcos naufragando
de pronto descubrimos fija en nosotros
su mirada inmensa.
Aunque tal como somos no les gustamos,
están de acuerdo, sin embargo,
con nosotros.

Bertolt Brecht


***

martes, 20 de enero de 2015

Bertolt Brecht





Canción de los efectos vivificadores del dinero 

Por baja cosa cuenta el dinero en este mundo
Que resulta empero frío a falta de numerario.
Y puede trocar al pronto en harto hospitalario
Merced al gran poder del material dinerario.
Todo eran ecos de lamento vagabundo
Y ahora resplandece soleado
Lo que antes andaba congelado.
A cada quien, lo que desea.
De rosa el horizonte tintado
Mirad: ¡la chimenea, humea!

Sí, todo ahora se ve harto diferente
Late a pleno ritmo el corazón. Gana altura la mirada.
Abundante es la comida. Holgado el abrigo.
Y el hombre es ahora otro hombre.

¡Ah! Yerran todos
Cuantos creen que nada importa el dinero.
La fertilidad se hace yerma
Cuando el buen flujo se ciega.
Todos van tras algo, que toman do se halle
Mas no todo resultaba tan duro
Que quien no sufre el dentellazo del hambre, bien que se allana.
Todo está ahora desierto de corazón y de amor.
Padre, madre, hermanos: ¡todo es pugnaz!
Mirad: ¡ya no humea la chimenea!

Aire espeso por doquiera, que a nadie para nada contenta.
Todo rebosa odio, todo rebosa envidia.
Nadie quiere ser ya caballo, que todos se pretenden jinete.
Y el mundo es un mundo frío.

Así ocurre con todo lo bueno y grande
Que no tarda en atrofiarse en este mundo.
Pues con estómago vacío y  pies,
Desnudos nadie está para grandezas.
No se quiere lo bueno, sino dinero
Y todo cobra un porte pusilánime.
No bien tiene el bueno algo de dinero
Tiene lo que precisa para ser bueno
Quien ya preparaba una atrocidad
Observa: ¡la chimenea, humea!

Sí, vuelve a creerse en el género humano
Noble es el hombre, y bueno y todo eso.
Prosperan las buenas intenciones, que andaban flojas.
Se afirma el corazón. Se ensancha la mirada.
Se reconoce lo que es caballo y lo que es jinete.
Y solo así consigue el derecho volver a ser derecho.


NB/ Hanns Eisler puso música a esta canción de su amigo Bertolt Brecht. La mejor versión cantada es la de la gran actriz brechtiana Gisela May –
entrañable amiga y compañera sentimental del filósofo marxista disidente Wolfgang Harich—:  https://www.youtube.com/watch?v=SFmnMCANTB8


Traducción para www.sinpermiso.info : Antoni Domènech




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martes, 2 de diciembre de 2014

"Solución" / Bertolt Brecht




"Solución"


"Tras la sublevación del 17 de Junio
la Secretaria de la Unión de Escritores
hizo repartir folletos en el Stalinallee
indicando que el pueblo
había perdido la confianza del gobierno
y podía ganarla de nuevo solamente
con esfuerzos redoblados. ¿No sería más simple
en ese caso para el gobierno
disolver el pueblo
y elegir otro?"

Bertolt Brecht



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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Nuestras derrotas no demuestran nada / Bertolt Brecht




Nuestras derrotas no demuestran nada


Cuando los que luchan contra la injusticia
muestran sus caras ensangrentadas,
la incomodidad de los que están a salvo es grande.

¿Por qué se quejan ustedes?, les preguntan.
¿No han combatido la injusticia? Ahora
ella los derrotó.
No protesten.

El que lucha debe saber perder
El que busca pelea se expone al peligro.
El que enseña la violencia
no debe culpar a la violencia.

Ay, amigos.
Ustedes que están asegurados,
¿por qué tanta hostilidad?
¿Acaso somos
vuestros enemigos los que somos
enemigos de la injusticia?

Cuando los que luchan contra la injusticia
están vencidos,
no por eso tiene razón la injusticia.

Nuestras derrotas lo único que demuestran
es que somos pocos
los que luchan contra la infamia.
Y de los espectadores, esperamos
que al menos se sientan avergonzados.


Bertolt Brecht



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miércoles, 12 de marzo de 2014

Bertolt Brecht / Canción de los poetas líricos






Canción de los poetas líricos
(Cuando, en el primer tercio del siglo xx, no se pagaba ya nada por las poesías.)

Esto que vais a leer está en verso.
Lo digo porque acaso no sabéis ya lo que es un verso ni un poeta.
En verdad, no os portasteis muy bien con nosotros.

¿No habéis notado nada? ¿Nada tenéis que preguntar?
¿No observasteis que nadie publicaba ya versos?
¿Y sabéis la razón? Os la voy a decir:
Antes, los versos se leían y pagaban.

Nadie paga ya nada por la poesía.
Por eso hoy no se escribe. Los poetas preguntan:
«¿Quién la lee?» Mas también se preguntan:
«¿Quién la paga?»
Si no pagan, no escriben. A tal situación los habéis reducido.
Pero ¿por qué?, se pregunta el poeta. ¿Qué falta he cometido?
¿No hice siempre lo que me exigían los que me pagaban?
¿Acaso no he cumplido mis promesas?
Y oigo decir a los que pintan cuadros

que ya no se compra ninguno. Y los cuadros también
fueron siempre aduladores; hoy yacen en el desván...
¿Qué tenéis contra nosotros? ¿Por qué no queréis pagar?
Leemos que os hacéis cada día más ricos...

¿Acaso no os cantamos, cuando teníamos
el estómago lleno, todo lo que disfrutabais en la tierra?
Así lo disfrutabais otra vez: la carne de vuestras mujeres,
la melancolía del otoño, el arroyo, sus aguas bajo la luna...

Y el dulzor de vuestras frutas. El rumor de la hoja al caer.
Y de nuevo la carne de vuestras mujeres. Y lo invisible
sobre vosotros. Y hasta el recuerdo del polvo
en que os habéis de transformar al final.

Pero no es sólo esto lo que pagabais gustosos. Lo que escribíamos
sobre aquellos que no se sientan como vosotros en sillas de oro,
también nos lo pagabais siempre. ¡Cuántas lágrimas enjugamos!
¡Cuántas veces consolamos a quienes vosotros heríais!
Mucho hemos trabajado para vosotros. jamás nos negamos.
Siempre nos sometimos. Lo más que decíamos era «¡Pagadlo!»
¡Cuántos crímenes hemos cometido así por vosotros!
¡Cuántos crímenes!
¡Y siempre nos conformábamos con las sobras de vuestra comida!

Ay, ante vuestros carros hundidos en sangre y porquería
nosotros siempre uncimos nuestras grandes palabras.
A vuestro corral de matanzas le llamamos «campo del honor»,
y «hermanos de labios largos» a vuestros cañones.

En los papeles que pedían impuestos para vosotros
hemos pintado los cuadros más maravillosos.
Y declamando nuestros cantos ardientes
siempre os volvieron a pagar los impuestos.

Hemos estudiado y mezclado las palabras como drogas,
aplicando tan sólo las mejores, las más fuertes.
Quienes las tomaron de nosotros, se las tragaron,
y se entregaron a vuestras manos como corderos.

A vosotros os hemos comparado sólo con aquello que os placía.
En general, con los que fueron también celebrados injustamente
por quienes les calificaban de mecenas sin tener nada caliente en el estómago.
Y furiosamente perseguimos a vuestros enemigos con poesías como puñales.

¿Por qué, de pronto, dejáis de visitar nuestros mercados?
¡No tardéis tanto en comer! ¡Se nos enfrían las sobras!
¿Por qué no nos hacéis más encargos? ¿Ni un cuadro?
¿Ni una loa siquiera?
¿Es que os creéis agradables tal como sois?

¡Tened cuidado! ¡No podéis prescindir de nosotros!
Ojalá supiéramos cómo atraer
vuestra mirada hacia nosotros!
Creednos, señores: hoy seríamos más baratos.
Pero no podemos regalarles nuestros cuadros y versos.

Cuando empecé a escribir esto que leéis -¿lo estáis leyendo?¬
me propuse que todos los versos rimaran.
Pero el trabajo me parecía excesivo, lo confieso a disgusto,
y pensé: ¿Quién me lo pagará? Decidí dejarlo.


Bertolt Brecht



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domingo, 5 de enero de 2014

Bertolt Brecht / Elogio de la duda








¡Alabada sea la duda! Os lo aconsejo:

Saludadme con afable respeto

A quien pondere vuestra palabra como a falsa moneda.

Que yo os querría avisados, y que no dierais

Vuestra palabra por descontada.



Leed la historia, y ved

Los invulnerables ejércitos en descompuesta fuga.

Por doquiera

Se desploman indestructibles fortalezas, y

De aquella Armada Invencible que partió

Con un sinnúmero de naves,

Contadas regresaron.



Hete aquí que un día coronó un hombre

Una cima inaccesible

Y un barco alcanzó el confín

Del mar infinito.

¡Hermoso gesto, sacudir la cabeza

Ante la indiscutible verdad!

¡Qué valiente, el médico

Que cura al enfermo desahuciado!

Pero la más hermosa de todas las dudas,

La de los exánimes, la de los desesperados

Que levantan cabeza

Y dejan de creer

En la fuerza de sus opresores.



¡Ah, cuánta brega pugnaz, hasta sentar el principio!

¡La de sacrificios que costó!

Que es así, y no de tal otra manera,

¡Qué difícil resultó llegar a verlo!

Con un suspiro de alivio lo escribió un humano un día

En el libro de registros del saber.

Tal vez siga allí escrito mucho tiempo y muchas generaciones

Vivan con él y lo vean como sabiduría eterna

Y desprecien los enterados a quienquiera lo desconozca.

Y entonces podría darse que surgiera un recelo, pues nuevas experiencias

Hacen sospechoso el principio, y se despierta la duda.

Y que otro día, por cautela, tachara otro humano el principio

En el libro de registros del saber.



Asediado por un rugir de órdenes, inspeccionado

En su virtud, examinado por barbiluengos doctores,

Conminado por seres radiantes munidos de áureos distintivos,

Intimado por solemnes Papas a golpe de libro escrito por el propio Dios, instruido

Por impacientes maestros: así se halla el pobre, que ha de oírse

Que el mundo es el mejor de los mundos, y que la gotera

De su cuartucho por Dios mismo ha sido ideada.

Lo tiene realmente difícil

Para dudar de este mundo.

Anegado en sudor, construye el hombre la casa

En la que no habrá de vivir.

Pero también suda a mares quien construye

Su propia casa



Los irreflexivos nunca dudan.

Su digestión es brillante, su juicio, infalible.

No creen en los hechos; sólo se creen a sí propios. Si preciso es,

Los hechos deben creerles a ellos.

Su paciencia consigo mismos

Es ilimitada; a los argumentos,

Prestan oídos de espía.



Frente a los irreflexivos, que nunca dudan,

Están los meditabundos,

Que nunca actúan.

No dudan para venir a la decisión, sino

Para desertar de la decisión. De la cabeza

Se sirven sólo para sacudirla. Tan seriecitos

Advertirán de los peligros del agua

A los pasajeros del barco que se hunde.

Bajo el hacha del asesino,

Se preguntarán si no es también él un ser humano.

Se van a la cama mascullando

Que la cosa no está aún cabalmente pensada.

Su acción consiste en vacilar.

Su sentencia favorita: no está listo para sentencia.



Cuando alabéis la duda –ni que decir tiene—,

No la confundáis con la

Irresolución sin esperanza.

¿De qué le vale dudar

A quien no puede decidirse?

Quien con razones insuficientes se conforma

Puede equivocarse en la acción;

Inerme siempre ante el peligro queda

Quien demasiadas necesita.



Y tú que eres dirigente, no olvides

Que lo eres porque antes dudaste de los dirigentes.

¡Permite, pues, a los dirigidos

Dudar!



(Versión castellana de Antoni Domènech)



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