domingo, 30 de diciembre de 2012

Julio Vélez / (HAY TAL CANTIDAD)





(Collage de Luis López)



(HAY TAL CANTIDAD)


Hay tan cantidad
de personas buenas en el mundo,
¡no sé!
que cuando tan sólo
una de ellas
aumenta dioptrías, otitis,
se le cae un diente,
¡no sé!,
sufre o se cansa al salir
a la calle,
que es como, ¡no sé!,
si se cometiera un crimen
y todos fuéramos asesinos.


Julio Vélez

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jueves, 27 de diciembre de 2012

...y Julio Contreras





(Revista "CANTO RODADO", Febrero de 1.980) 



Sobre tu piel no quedan vestigios de mi acoso
y, aunque entonces solías prometerme infinitos,
tu total transparencia,
la sorpresa indecible del luminoso hallazgo
no duró para siempre

En tu pecho de niña no hallé puerto seguro.

No, no eras todavía
ni la fruta en sazón ni la barca dispuesta,
no bastaba a mi empeño que tus besos y el tacto
de tus manos crispadas
quebraran espejismos, deshicieran las tinieblas
o espesaran lo claro de mis vagos tanteos…

Y hubo, seguramente,
momentos en que hubieras
cambiado tu futuro por un plato de mi alma,
por un sorbo de aliento de mi boca entreabierta.

Sin embargo hoy no acierto a aprehenderte de nuevo,
se me escurre tu imagen y tu voz es un río.
Cada noche es más cruda y tu calor más lejano.

Mis recuerdos se espantan si me acerco a estrecharlos
temerosos del monstruo en que me voy convirtiendo.

Todas las primaveras no renace la vida,
ni todos los otoños vuelven los viejos tiempos.

En mi noche es invierno y ya no sueño contigo.
Sólo cae la nieve ritual,
indiferente.


Julio Contreras.


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viernes, 21 de diciembre de 2012

LOS LIBROS, CELEBRACIÓN DE LA PALABRA LABRA LA PALABRA DE JULIO VÉLEZ Jesús Fernández Palacios




(María Blanchard)


LOS LIBROS,  CELEBRACIÓN DE LA PALABRA LABRA LA PALABRA DE JULIO VÉLEZ

Jesús Fernández Palacios


Mi añorado amigo el poeta Julio Vélez dejó escrito lo siguiente: “Los libros me hicieron un mundo al que he intentado que éste se pareciera”. Algo que comparto plenamente. Por eso repito siempre que no sé que hubiera sido mi vida sin ellos, como digo algunas noches cuando estoy solo y me siento bolero, o cuando me aburro o soy curiosillo, que a veces todo sucede en una misma infelicidad. Y lo mejor es que obtengo respuesta, claro que sí. Entre nosotros hay entendimiento y un toma y daca que nos va de maravilla, y del que creo salir ganando. Esa es mi sensación cuando los acaricio y los huelo, cuando miro al trasluz su esqueleto vegetal que se remonta en el tiempo hasta un paisaje distinto. Esa es mi impresión no más verlos dócilmente alineados en las paredes de la casa. Son la casa, tendría que decir, pues están en todas partes, en los lugares más propios donde los puse con razón para poder contemplarlos y hojearlos cada vez que los necesito. Y cuánto los necesito, lo digo a boca llena. Es mi mejor elogio reconocer que sin ellos mi vida hubiera sido peor y más insoportable. Desde luego es un tanto misteriosa mi relación con esos caprichos geométricos que la cultura venera como uno de sus más ilustres emblemas. Tal vez porque se le conceden ciertos atributos mágicos, que lo convierten a uno en ferviente subyugado. No es exageración pues ese es mi estado a veces, de subyugación incontenible, como un estado de gracia que me deja atrapado desde la alfa a la omega. Como el que busca un tesoro y el tesoro fuera la propia búsqueda. Esa es la gracia, que la meta sea el recorrido o el premio la lectura. Cada vuelta de hoja no es un día de menos sino un día de más, de mayor riqueza y fortaleza, de menor soledad y vacío. De ahí mi gratitud y mi entrega, la dedicación que les dispenso como un destino. Por eso no entiendo que se pueda prescindir de ellos, ignorarlos y arrinconarlos, o lo que es más ridículo aún, tratar de simularlos en los anaqueles con volúmenes de madera de distintos tamaños y colores según convenga a los tonos de la pared o del sofá. ¡Cuánto desatino¡ ¡Y qué necios los que se engañan de esa manera¡ Como si se pudiera disimular la ignorancia y otras carencias, como si no fuera fatídico renunciar a un bien tan preciado, que justamente está en la esencia y no en la apariencia. Pues es ahí, en su esencia, donde buscamos la sabiduría y ejercitamos nuestra inteligencia, ahí donde volcamos nuestras preguntas y encontramos muchas respuestas, ahí donde aprendemos a conocernos y a conocer a los demás, ese factor tan decisivo para la convivencia y la tolerancia, tan necesarias como difíciles. No diré como Swedenborg, que todos los que en el mundo han adquirido inteligencia y sabiduría son recibidos en el Cielo y se convierten en ángeles. No me atrevo a suscribirlo, aunque me parezca una bendita afirmación. Pero sí diré, porque creo en ello, que la inteligencia y la sabiduría engrandece nuestro espíritu y amplían el horizonte de lo humano. Así se entenderá mejor la pasión de mi elogio, que no es fruto de ninguna conjetura, ni el exceso de una exaltación pasajera, sino la cariñosa reflexión de quien ha experimentado en su propia conciencia los beneficios de una continuada y feliz dependencia. Me estoy refiriendo, claro está, a los libros. 





(Francisco Toledo)


Los libros, los grandes libros escritos por grandes autores, que pueden llegar a cambiarnos la vida. Como le  sucedió al poeta alemán Heinrich Heine, cuando leyendo de niño El Quijote terminó trastornado y enardecido por la novela hasta el punto de rebelarse entre sollozos contra la muerte del ingenioso hidalgo. Y como le sucedió a Jorge Luis Borges de adolescente cuando descubrió a Dostoievski. O a Federico García Lorca al conocer la poesía de Antonio Machado, hasta el punto de proclamar que se dejaría toda su alma en aquellos poemas. O, asimismo,  le ocurrió  al propio Machado cuando descubrió a Rubén Darío y lo recitaba a voz en grito por el parque madrileño del Retiro. O la experiencia del sevillano Luis Cernuda mientras leía de niño a Pérez Galdós, escribiendo muchos años después que sólo le interesaba la España novelesca de Don Benito, no la real donde regenteaba “la canalla”. Y, por qué no,  la conmoción que yo mismo sentí al  descubrir la poesía de César Vallejo, experiencia inolvidable que también compartí en su momento con Julio Vélez, que fue uno de los que más me inocularon la pasión y devoción por su figura humana imprescindible y por su obra literaria trascendental.  Algo que siempre le agradeceré. Juntos homenajeamos al gran poeta peruano en Santander, Madrid y Cádiz, en fulgurantes jornadas que compartimos con muchos otros vallejianos como Claudio Rodríguez, José Hierro, Félix Grande o el gran hispanista norteamericano Anthony Leo Geist (nuestro amigo Tony).
Conocí a Julio Vélez hace cuarenta años y me encontré con él muchas veces en distintos lugares de España, incluido su entrañable Morón de la Frontera. Conservo como oro en paño sus libros dedicados, leídos y releídos, así como sus cartas cariñosas y llenas de proyectos y proclamas a favor de la libertad y en contra de las injusticias. He aprendido mucho de sus ensayos vallejianos y literarios en general, y me consta por diversos testimonios de sus propios alumnos en la Universidad de Salamanca que fue un profesor extraordinario. Julio Vélez (Morón de la Frontera, Sevilla 1946 / Daz, Francia 1992) fue un hombre comprometido y solidario, que pasó por el marxismo-leninismo y terminó siendo un humanista radical antidogmático. Nómada, apasionado del flamenco, hombre de teatro, poeta, ensayista, articulista, incluso novelista, conferenciante, editor, promotor de la cultura andaluza, perseguido y reprimido antifranquista, hombre de talento, universitario con vocación de docente, vallejiano hasta los huesos, académico, Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Marcos de Lima, Hijo Adoptivo de Santiago de Chuco (cuna de César Vallejo), hombre enamorado (María, Alicia, Muriel), padre entrañable de dos hijos (Julio y Alejandro), andaluz divertido e ingenioso, amigo de sus amigos, Julio el inolvidable.




(Picasso)


LA PALABRA LABRA LA PALABRA, su antología poética que hoy presentamos, contiene unos treinta y tantos poemas pertenecientes a sus distintos libros, algunos de ellos acabados y publicados en vida, y otros inéditos e incluso inacabados. Como todo poeta de verdad, Julio Vélez consiguió tener una antología de calidad. Él mismo desechó con buen criterio su obra primeriza que, vehemente como era, terminó quemando o tirando al rio. Sabía mucho de poesía y de literatura porque fue un gran estudioso de los maestros de la poesía española e hispanoamericana, sobre los que enseñó y escribió extensamente y con gran provecho para sus lectores, entre los que gratamente siempre me he contado.
 El profesor Anthony Leo Geist, buen conocedor de la obra poética de Julio Vélez como demuestra en su enjundioso prólogo, ha realizado una acertada selección de 35 poemas de extensión variable, que van desde los dos versos (el más breve) a un poema de su libro Laocoonte, titulado DOS, que tiene cerca de doscientos versos. En esta antología hay textos escritos desde 1967 hasta el mes de abril de 1992, apenas unos meses antes de su trágica muerte acaecida el 24 de diciembre de dicho año. Julio vivió apenas 46 años, poco tiempo para un hombre enamorado de la vida, que supo dejarnos un gran testimonio de hombre cabal, apasionado y riguroso, y el hermoso legado de su poesía, que un grupo de amigos en diversos rincones del mundo (su Andalucía natal, la Salamanca de sus queridos discípulos, Madrid en el centro, Seattle en Estados Unidos y el Perú vallejiano), con sus hijos y resto de la familia a la cabeza, seguimos defendiendo y divulgando veinte años después de su partida. Julio levantó en vida oleadas de afectos, simpatías y complicidades, y veinte años después de su muerte sigue acaparando esos mismos dones. Por algo fue, por algo es, por algo será. Julio Vélez sigue vivo en la memoria y en el corazón de mucha gente. Y por eso estamos aquí, en la presentación de su flamante antología poética y en la acogedora librería La Clandestina de Cádiz, para rendirle una vez más nuestro afecto emocionado y nuestra admiración como intelectual y poeta.

                                                 Cádiz, 18 de octubre de 2012



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miércoles, 19 de diciembre de 2012

Mario Benedetti




(Manolo Millares)



“¿Qué queda para las izquierdas en este mundo donde todos se desviven por ser centristas, o sea, el actual sinónimo de la derecha pura y dura? En primer término extraernos de la derrota y no olvidarnos de dejar en el fondo de ese pozo los dogmatismos, las rígidas estructuras que impidieron nuestro desarrollo y atrofiaron nuestra sensibilidad. Análisis no es obligatoriamente contrición. Después de todo, es preferible haberse equivocado en medio de la brega por la justicia que haber acertado en la lisonja del Imperio.”

Mario Benedetti


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lunes, 17 de diciembre de 2012

Julio Vélez (1946-1992) / Rafael De Cózar






Compartí con Julio Vélez, hasta cierto punto, una vida paralela. Me llevaba 5 años y desde que lo conocí mantuvimos el contacto, siempre cordial por la conciencia clara de nuestras muchas coincidencias. En Cádiz, en Sevilla y sobre todo en Madrid nos vimos con cierta frecuencia a través de los encuentros de la Asociación Colegial de Escritores, o los encuentros de los poetas andaluces, entre otros. Yo llegué a Sevilla para terminar la carrera en 1972 pero hacía dos años que él había sido expulsado. Él continuaría sus estudios en Madrid, en 1979, mientras yo llevaba ya cinco de profesor en Sevilla.
Aunque nunca pertenecí oficialmente a ningún partido político, entre otras razones porque en Cádiz era delegado de curso y de facultad, lo cual implicaba estar en el punto de mira de la secreta, además de mi pertenencia al grupo literario Marejada, que el Gobierno civil tenía en su punto de mira, pues en sus tertulias se hablaba de poetas hindúes, o de la generación Beat norteamericana..
En todo caso, tanto en Cádiz como en Sevilla, por mis amistades, era presumible mi orientación hacia la CNT, El PC, o el PTE, su partido. A Barcelona fuimos de forma clandestina Isidoro Moreno, entonces figura fundamental de este partido, el profesor y actor Carlos Álvarez y yo mismo, viaje con citas en diversos puntos que nos indicaban el siguiente, hasta Barcelona, donde rápidamente se corrió la voz de volver cada uno a su ciudad, porque ya la policía sabía el lugar de reunión de los llegados desde toda España.
Compartímos además amigos comunes in crescendo, desde Cádiz, Sevilla, o Madrid., tal vez elegidos por las mismas cualidades.
Otra fundamental coincidencia entre Julio y yo fue la admiración por los mismos autores, sobre todo César Vallejo, que llegó a ser una de sus principales especialidades, además de la literatura latinoamericana, que yo conocía más bien por devoción, siendo profesor de la española. En este punto de profesores universitarios a la vez que poetas, también coincidimos, conscientes de que a veces se nos consideraba como demasiado atentos a la poesía, para ser buenos profesores (según los profesores) o demasiado profesores para ser buenos poetas (según los poetas).
 Él impartió sus clases en Salamanca y yo en Sevilla. Ambos tuvimos varias relaciones amorosas y ambos nos dedicamos sobre todo a la poesía, pero él también ganó un premio de novela por El bosque sumergido  y yo, pocos años después, por El corazón de los trapos. Los dos dimos clases a los cursos de norteamericanos en nuestras universidades, y los dos impartimos curso en USA. La afinidades eran además espirituales, de temperamento y carácter.
Muchos fueron los amigos comunes, sobre todo del mundo literario.  Por él conocí a Alejandro Romero, o a Tony Geist, que siguen siendo sus principales  valedores.
Julio era un ser especial. Aunque quisiéremos minusvalorarlo en todo, siempre quedaría por encima una cualidad especial, que se evidencia en la devoción de sus amigos. Todos los coincidimos en resaltar la humanidad de Julio, así como su ética, su compromiso social, y su profundo andalucismo. En este punto también, como él mismo, me introduje yo en el mundo del flamenco a través de nuestro común amigo Paco Lira.
Julio es el perfecto representante de una generación rompedora, estética y políticamente, la de la transición. Hoy empieza a estudiarse a fondo esa etapa en la que, en manos de jóvenes que no habíamos vivido la guerra, quisimos acabar con la posguerra. De ahí no solo la vinculación política, a veces a través de la escritura y a veces fuera de ella, sino también el interés por el mundo exterior, la literatura latinoamericana, la literatura oriental, los exiliados y prohibidos europeos y españoles, la cultura underground y el amor libre. Incluso es una generación que vivió intensamente entonces y escribió y publicó poco en esa etapa de la transición, para desarrollar su obra, ya con relativa madurez sobre todo a partir de los años 80.
También suele definírsela como generación del lenguaje, o de los novísimos, en cierta oposición a la literatura testimonial, a la poesía social de la generación precedente, lo cual no es del todo exacto. Lo que ocurre es que el compromiso sociopolítico se volcaba ahora, como es el caso de Julio,  sobre todo en la actividad de la calle, en los partidos,  o bien se ofrecía de una manera distinta a la de los años 40 y 50.  Ya no bastaba con testimoniar la realidad con esa imparcialidad del realismo objetivo, sino que la postura era ya abiertamente crítica con el sistema, lo que supuso un mayor número de detenciones y  la cárcel para muchos.




Cuando murió en Francia para mí fue una inesperada y amarga sorpresa. Se nos iba el eterno exiliado, porque de algún modo Julio vivió de lleno su exilio interior, su rebeldía, que tal vez ejerció contra la muerte, como escribe

...Se que la muerte
vendrá a por la vida,
diáfana,
puntual,
firme y segura.
Pero me va a encontrar en rebeldía.. 

Participé en el homenaje que se le hizo en Morón a su muerte. Iba yo acompañado de Jesús Fernández Palacios y su mujer, Pilar, sin imaginar que poco después también ella nos dejaría.
No voy a entrar en un comentario del libro, porque sería un falso intento de competir con la extensa semblanza que hace Alejandro y las notas sobre  la  poesía de Julio que hace Anthoni  Geist, su principal estudioso.
Efectivamente Alejandro ha hecho una magnífica semblanza en el prólogo del libro, con la que nos presenta a Julio en profundidad, en esencia, algo que no se podría hacer sólo desde la investigación o el estudio, mientras Tony nos da las claves fundamentales del poeta, quien sale a la luz con plena potencia en la selecta antología.

Rafael De Cózar


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viernes, 14 de diciembre de 2012

Julio Vélez / Libro, amor, eternidad





La presentación de Materia y sombra: Poesía completa de Julio Vélez (Salamanca, Diputación de Salamanca, 2012) tendrá lugar el lunes 17 de diciembre de 2012 a las 19:00 en el aula magna de la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca.





[Βιβλίο, Αγάπη, Aαιωνιότητα]
[Libro, amor, eternidad]

1 Los mundos me escribieron un libro
con el que siempre he intentado conversar a solas.

2 He poblado
las cuevas vacías de mi infancia con las letras de todos
los alfabetos. Me rociaron el cuerpo con las cáscaras
podridas de los plátanos maduros. Sentí el dolor en su
raíz más mía y odié las ventanas cerradas
y el óxido de las celdas oscuras.
He llorado mis desgracias
entre los ojos de mis amigos.

Y mis lágrimas besaron algunos labios en los que aún
vivo.

3 Los libros me hicieron un mundo
al que he intentado que éste se pareciera.

Julio Vélez

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VÉLEZ, Julio. Escrito en la estela de El último ángel caído. Madrid : Libertarias/Prodhufi, 1993. 54 p. ISBN: 84-7954-172-5

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miércoles, 12 de diciembre de 2012

PARA UNOS VIVIR / Luis Cernuda







PARA UNOS VIVIR


Para unos vivir es pisar cristales con los pies desnudos; para otros vivir es mirar el sol frente a frente.
La playa cuenta días y horas por cada niño que muere. Una flor se abre, una torre se hunde.
Todo es igual. Tendí mi brazo; no llovía. Pisé cristales; no había sol. Miré la luna; no había playa.
Qué más da. Tu destino es mirar las torres que levantan, las flores que abren, los niños que mueren; aparte, como naipe cuya baraja se ha perdido.


Luis Cernuda (Los placeres prohibidos)


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lunes, 10 de diciembre de 2012

DURI / Julio Vélez






El diario “Liberación” fue una más de las experiencias periodísticas que se han producido en la España postfranquista por parte de gente de izquierda que han terminado fracasando por la falta de financiación que, en gran parte, es consecuencia del bloqueo publicitario que los poderes económicos realizan con cualquier voz crítica.

Liberación se editó entre el 9 de octubre de 1984 y el 20 de marzo de 1985, poco más de 5 meses, en los que se publicaron 141 números. Tuvo como directora a Mercedes Arancibia, el primer y, hasta ahora, única mujer directora de un periódico de tirada nacional; Mercedes de ideología libertaria fue una de las personas que colaboraron en la gestación y producción del diario como Eduardo Barrenechea, Joan Martínez Aller, Javier Ortiz, Mercedes Fuenzalida o Xavier Recalde entre muchas más.

Otro de esos colaboradores fue Julio Vélez del que disponemos de algunos artículos, del que carecemos de fecha en varios casos. No obstante, su interés nos obliga a publicarlos aún en esas condiciones.

El primer recorte es de la última página (32) en una sección titulada “La gente que amamos”, está dedicado a Eduardo Galeano, que vivía en esa época en el exilio en Cataluña, y que sufrió un infarto en su casa de Calella de Mar, a unos 50 Km. de Barcelona el 9 de octubre.

José Porrero Montalbán






DURI

1.- Cuenta una leyenda del río Juruá, que el lorito tuvo un pico tan enorme como el tucán. Eran tiempos -según recrea Eduardo Galeano en Memorias del Fuego- en los que gobernaba el «Mezquino». Dueño del maíz y el fuego, dominaba a todos y no convidaba a nadie. Una lagartija consiguió arrebatarle el grano después de denodados esfuerzos. Gracias a ella, hoy tenemos mazorcas en el mundo. La lagartija, a cambio, sacó de la lucha unos dedos largos y la boca que le llega hasta la última muela que aún conserva en nuestros días.

El fuego conquistó colocarlo un lorito. Pero dueño también del «tambor de los diluvios», el «Mezquino», viendo que se le escapaba con un tizón atrapado con el pico, desató auténticos vendavales de lluvia. El lorito consiguió depositar el palo-encendido en el tronco hueco de un árbol y salió a refrescarse bajo el agua. Del contraste el pico se le cayó y quedó tan pequeño y curvo como le tiene ahora. Pero gracias al combate del lorito contra el «Mezquino» nos calentamos con fuego y comemos caliente.


2.- Si se pretendiera buscar en toda América Latina una abreviatura con el nombre de Eduardo, sin duda sería Duri. Por eso, a Eduardo Galeano hay que llamarlo así. Duri hace un par de semanas nos regaló un susto. Decidió, sin advertirnos, que iba a boxear con el pajarraco de la muerte. Tuvo además la indelicadeza de no enviarnos ninguna invitación para el combate. Sólo Helena y Mariana asistieron. De hecho, al comienzo su contrincante le largó un derechazo serio. El pajarraco le atacó a traición en su punto más débil: el corazón. Como ocurre que cuando no se quieren tener cicatrices en el alma, no queda más remedo que tenerlas en el cuerpo, Duri ha estado con cables y pantallas quince días en un hospital catalán.


3.- Pero al igual que el lorito, Duri lucha contra el «Mezquino». Caza a diario palabras y les pone alitas para que sean pájaros o mitos del sueño. Les coloca en los puños guantes para que sepan defenderse solas si les atacan. Va y les dice: «Caminen y recorran el mundo. Quédense solo en los hogares que necesiten caricias». A veces las cubre con papelitos de furia y odio y las lanza fuerte con las aldabas y los cerrojos. El «Mezquino» también contesta a los golpes. Sus palabras las saca de un sombrero de copa. El prestidigitador busca un nombre para la cárcel de Montevideo y la llama Libertad. Al infierno del crimen lo llama desaparecidos. A las oscuras mazmorras de la desolación las llama siquiátricos 53-N-54-. A las invasiones del pálpito y el aire las llama solidaridad.

En esa pelea Galeano, es decir, un lorito llamado Dori, ha dejado K. O. a su enemigo, a nuestro enemigo. Levanto mi copa por ello.

Julio Vélez




(Se ha mantenido la grafía, excepto el quédense con el acento en su lugar)


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jueves, 6 de diciembre de 2012

BLAS DE OTERO








“De haber nacido, haber
nacido en otro sitio;
 por ejemplo, en Santiago
de Cuba mismo.

De haber nacido, haber
nacido en otra España;
 sobre todo
la España de mañana.

De haber nacido, haber
nacido donde estoy;
 en la España sombría
y heroica de hoy.”

BLAS DE OTERO


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martes, 4 de diciembre de 2012

Miguel Sánchez-Ostiz / Lucian Freud, hace veinticinco años.





The last portrait, Colección Thyssen



Hoy repican los medios de comunicación con la muerte de Lucian Freud. Biografía al margen, el primer cuadro que vi de Lucian Freud fue en julio de 1986, en el Palacio de la Virreina, donde se exponía una muestra de la colección Thyssen. Fue Pere Gimferrer quien me envió a ver esa colección. Le acababa de conocer en su oficina de la editorial Seix Barral que me contrató mi novela Tánger bar. Para mí ese fue un gran día. La vida por delante y todo eso, y blablabla.
Desde entonces he procurado ver todo lo que he podido de Freud. Sus cuerpos ruinosos, su afirmación del cuerpo en la decadencia tiene para mí un interés y un atractivo vertiginoso, algo más que recordatorios de la muerte, sino recordatorios de la vida, porque la vida también es eso. Entonces, en el cuadro de la imagen, me interesaba la expresión de la desolación y de algo temible que me ha acompañad, de cerca o de lejos, toda la vida, la depresión. Solo que cuando alguien está de verdad deprimido, en su sentido clínico, ni pinta, ni escribe ni vive ni hostias. La depresión, ese daño tembible, ese pozo, ese muro. Hoy, esas evidentes negruras, esas caries del alma reflejadas en un rostro nada dichoso, algo demasiado evidente por mucha pintura que acuda en su ayuda, me interesa menos. Esa expresión de desdicha y desesperanza que me parecía una gran cosa, y sin duda lo es, me interesa menos., me recuerdan demasiado a ese poema enorme de César Vallejo:


Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina…
Entonces, hace veinticinco años, era ajeno al envejecimiento. Más tarde he visto morir  a alguien de verdad consumido, después de ir viendo el avance de la consunción vital y las truculencias tienen para mí menos gracia, por no decir que no tiene ninguna. No huyo de ella porque está en mí, en ese deterioro imparable de la edad, pero no hurgo, procuro no hurgar.

Miguel Sánchez-Ostiz

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