9. 1983: El libre
juego del mercado
Al poder de la crítica le pide relaciones el poder
editorial y en algunos casos llegan al matrimonio y en otros al divorcio. Las
editoriales descubren la rentabilidad de la “publicidad indirecta”, y sus
inversiones las destinan más a incluir en sus equipos a críticos (y poetas)
conocidos que al libre juego del mercado. El resultado es el hundimiento de las
editoriales que no llegan a tiempo al baile y carecen de dinero para alquilar a
un acompañante. Con todo, parece oportuno señalar que, mientras las instancias
de la ciudad letrada, en feliz y espléndida expresión de Ángel Rama, están en
juerga permanente, un lúcido grupo de escritores, más o menos jóvenes, escriben
los textos más representativos de la década. Unos atizan el carbón y otros se
comen los garbanzos. Pero a esto, a la postre, estamos acostumbrados.
10. 1984: Literatura hegemónica.
Hablamos, por lo general, de literatura hegemónica
como si fuera la única existente. Como si el libro restara importancia a las
revistas marginales o a la canción. Hay decenas de revistas desconocidas que
aparecen y desaparecen como un Guadiana. Decenas de hombres y mujeres
entregando lo mejor de ellos sin que ningún medio –incluido por supuesto el
universitario- le preste la más mínima atención. Que yo conozca, solamente
durante los pocos meses que existió el periódico Liberación se le prestó una cierta importancia. Pero, qué decir del
autor anónimo de las letras del flamenco. Cómo olvidar que, sin exageración
alguna, buena parte de la mejor poesía de la Literatura española está
en las letras simples y poéticas de una siguiriya
o una soleá, que la gracia del ángel de las letras de las bulerías se
da la mano por la espalda con el duende
negro de las tonás. Cómo es posible que no exista una sola historia de la Literatura española que
atienda con un mínimo de rigor estos poemas de belleza indestructible, como
parte fundamental de nuestra mejor poesía en los últimos siglos.
El libro es un instrumento clave en el desarrollo de
la literatura, pero cuando el dios cristiano expulsó a Adán y Eva del Paraíso,
lo hizo por comer del árbol de la sabiduría, no por masticar un libro.
Julio Vélez
(AA.VV. / “DEL
FRANQUISMO A LA
POSMODERNIDAD ”)
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