Fue en Canarias, en un congreso
de escritores españoles y latinoamericanos.
Esa noche, asistimos a un recital
que nos ofrecieron los poetas andaluces.
Fue muy intenso, y con momentos
de alta poesía, pero se alargaba demasiado y yo tuve la sensación, quizás
injusta, de que faltaba magia y sobraban las palabras.
No podía cometer la grosería de
irme, pero confieso que sentí la tentación.
Y entonces, apareció Julito.
Recitó un poema de dos versos:
Sólo odio a la muerte
Cuando la pienso en vosotros.
Eso fue todo, y para mi gusto fue
lo más.
Así que me quedé hasta el final,
esperando que el recital terminara, para dar un abrazo al autor de esos dos
versos tan llenos de alma, y decirle, como le dije:
-Quiero ser tu amigo.
Y eso fue, eso fuimos, a lo largo
de los días y los años, desde aquella noche hasta el maldito día en que la
muerte se lo llevó.