miércoles, 26 de marzo de 2014

Cuatro poemas de Umberto Saba






Perspectiva
 
La gente aprisa dispersa. 
                                          En la avenida
hileras de árboles desnudos,
al fondo allá donde se esfuman los campos,
se aproximan –parece– hasta estrecharse.    
Y entra aquí un poco de ese cielo lila
que turba y no consuela.
                                           Breve tarde,
demasiado, a la vista, tranquila.



El cristal roto

Todo se mueve contra ti. El mal tiempo,
las luces que se apagan, la vieja
casa sacudida por una ráfaga y que amas
por el mal sufrido, las perdidas
esperanzas, alguna dicha en ella gozada.
Sobrevivir te parece negar
obediencia a las cosas.
                                       Y en el destrozo
del cristal en la ventana está la condena. 



Primavera

Primavera que no aprecio, quiero
decir de ti que de una calle la esquina
doblando, tu presagio me hería
como una cuchilla. La sombra aún leve
de ramas desnudas sobre la tierra aún
desnuda me turba, casi también podría yo
debería
renacer. La tumba
parece insegura ante tu inminencia, antigua
primavera, que más que otra estación
cruelmente resucitas y matas. 




Límite 

Habla conmigo largamente mi compañera
de cosas tristes, graves, que sobre el pecho
pesan como una piedra; maraña
de males inextricables, que ninguna
mano, tampoco la mía, puede desatar.
Un pájaro
de la casa de enfrente sobre el alero
se posa un instante, al sol brilla, regresa
al cielo azul que lo cobija.
                                          ¡Oh, él
dichoso entre los dichosos! Tiene alas, ignora
mi pena secreta, mi dolor
de hombre junto a un límite: la certeza
de no poder salvar a quien se ama. 

Umberto Saba

 Traducción de José Luis Fernández Castillo




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