viernes, 16 de agosto de 2013

Bertolt Brecht / A los por nacer




I

Tiempos realmente tenebrosos, éstos en que vivo.
Necia resulta la palabra sin malicia. Una frente tersa
Declara insensibilidad. Al risueño
No le ha llegado todavía
La terrible noticia

¡Qué tiempos estos!
Hablar de árboles es poco menos que un crimen,
Porque es callar sobre tantas maldades.
Ese que va tranquilamente por la calle,
¿Será todavía accesible a sus
cuitados amigos? 

Es verdad: todavía me gano el sustento.
Mas creedme: es puro golpe de fortuna. Nada
De lo que hago justifica que coma hasta hartarme.
Por fortuna estoy a salvo. (Si mi suerte se tuerce, estoy perdido.)


Se me dice: come y bebe, ¡conténtate, tú que tienes!
¿Pero cómo voy a comer y a beber, si
Al hambriento le arrebato lo que como, y
A un sediento le faltará mi vaso de agua?
Y aun así, como y bebo. 

También me gustaría ser sabio.
Consta en los viejos libros qué es ser sabio:
Abstenerse de la disputa mundana, y la vida, tan breve,
Vivida sin temor.
También arreglárselas sin violencia,
Devolver bien por mal,
No colmar, sino olvidar los deseos,
Vale por cosa de sabios.
Nada de eso está a mi alcance.
¡ Tiempos tenebrosos, realmente, éstos en que vivo !


II

Llegué a las ciudades en tiempo de desorden,
Cuando imperaba el hambre.
Entre humanos fue que llegué a tiempos de rebelión
Y con ellos me indigné.
Así transcurrió mi vida, el tiempo
Que me había sido dado sobre la tierra.

Mis comidas fueron entre batallas,
A dormir me eché entre asesinos,
Cultivé con descuido el amor
Y miré la naturaleza con impaciencia.
Así transcurrió mi vida, el tiempo
Que me había sido dado sobre la tierra. 

Todos los caminos conducían en mi tiempo a un cenagal.
Por la boca me descubrió el matarife.
Poco logré. Pero los dominadores
Estarían sin mí en poltrona más segura; o eso, al menos, esperaba yo.
Así transcurrió mi vida, el tiempo
Que me había sido dado sobre la tierra.


Menguadas eran las fuerzas. Muy lejos
Quedaba la meta.
Se podía ver, aunque para mí
Resultara inalcanzable.
Así transcurrió mi vida, el tiempo,
Que me había sido dado sobre la tierra.

III

Vosotros, que saldréis del diluvio
En que nosotros hemos sucumbido,
Pensad también,
Cuando habléis de nuestra debilidades,
En los tiempos tenebrosos
De que os habéis librado.

Pues atravesamos las guerras de clases
cambiando con más frecuencia de país que de zapatos, desesperados
por la ubicuidad de la injusticia y la ausencia de indignación.  

No por eso dejamos de saberlo:
También el odio contra la vileza
Desaltera el rostro;
También la cólera nacida de la injusticia
Enronquece la voz. ¡Ah! Nosotros,
Que quisimos abonar el terreno de la amistad,
No pudimos ser amigables. 
Pero vosotros, cuando se llegue a tanto
Que el hombre sea auxilio del hombre,
Pensad en nosotros
Con indulgencia.

Bertolt Brecht


***