domingo, 6 de diciembre de 2015

Adrienne Rich - Buceando hasta el naufragio




Buceando hasta el naufragio

Primero, habiendo leído el libro de los mitos
y cargado la cámara
y probado el filo del cuchillo,
me puse
la armadura de neopreno negro
las absurdas patas de rana
la seria e incómoda máscara.
Tengo que hacer esto
no como Cousteau con su
asiduo equipo
a bordo de la goleta bañada por el sol
sino sola acá.

Hay una escalera.
La escalera está siempre ahí
colgando inocentemente
cerca del costado de la goleta.
Sabemos para qué sirve,
nosotros, que ya la usamos.
De otra manera
sería una pieza de instrumento marítimo
algún tipo de equipo.

Voy hacia abajo.
Peldaño a peldaño y todavía
el oxígeno me sumerge
la luz azul
los claros átomos
de nuestro humano aire.
Voy hacia abajo.
Las patas de rana me entorpecen,
me arrastro como un insecto por la escalera
y no hay nadie
que me diga cuándo el océano
va a empezar.

Primero el aire es azul y después
se pone más azul y luego verde y luego
negro me estoy desmayando y sin embargo
mi máscara es poderosa
hace bombear mi sangre con fuerza
el mar es otra historia
el mar no es una cuestión de poder
tengo que aprender sola
a girar mi cuerpo sin fuerza
en el profundo elemento.

Y ahora: es fácil olvidar
para qué vine
entre tantos que siempre
vivieron acá
balanceando sus aspas almenadas
en medio de los arrecifes
y además
acá uno respira de otra manera.

Vine a explorar el naufragio.
Las palabras son propósitos.
Las palabras son mapas.
Vine a ver el daño hecho
y los tesoros que prevalecieron.
Apunté el haz de luz de mi lámpara
despacio a lo largo del costado
de algo más permanente
que los peces o las algas

a aquello por lo que vine:
el naufragio y no la historia del naufragio
la cosa en sí misma y no el mito
la cara ahogada mirando siempre
hacia el sol
la evidencia del daño
deteriorada por la sal y el vaivén hasta ser esta belleza harapienta
las costillas del desastre
curvando su afirmación
entre los espíritus inciertos.

Éste es el lugar.
Y yo estoy acá, la sirena cuyo pelo negro
corre hacia atrás, el tritón con su armadura.
Hacemos círculos en silencio
alrededor del naufragio
nos sumergimos hasta la compuerta.
Soy ella: soy él

cuya cara ahogada duerme con los ojos abiertos
cuyos pechos siguen todavía estresados
cuya carga de plata y cobre descansa
oscuramente dentro de los barriles
a medio asegurar y pudriéndose
somos los instrumentos a medio destruir
que una vez mantuvieron un rumbo
el tronco comido por el agua
la brújula inválida

Somos, soy, sos
por cobardía o coraje
quien encuentra nuestro camino
de vuelta a esta escena
llevando un cuchillo, una cámara
un libro de mitos
en el que
nuestros nombres no aparecen.


Adrienne Rich


Versión de Tom Maver,
del libro Diving into the wreck, 1973.

Fuente:


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