1
Herrumbrosa y en
moho, candelas de la mañana,
saciado en
sueños.
2
Cómo
no dolerse
de luz escasa si el hueso trastabillea y choca
contra el
suelo de la pelota pesada como una canasta que
perdió su
mimbre,
soñadora de
planetas oscuros y suaves como la pluma o la
greda
y, apenas,
habilitada por las gotas del rocío que acunan a las
nubes,
éstas,
plomizas, pierden sus hijos de estrellas fugaces.
3
Cómo no dolerse de
sangre coagulada en la garganta a borbotones de gritos, ¡ay!, de gritos
inundados de barro o semen podrido. Gritos de periódicos extendidos sobre el
suelo de las plazas del mundo abrigando los gritos apagados del grito, ¡ay!, de
los blancos deshabitados. El grito de los gitanos, ¡ay!, de los gitanos mudos
que gritan sus gritos furiosos desde los ríos inundados de duquelas y gritos
como un manantial eterno de cloacas luminosas y cienos eléctricos. Cómo no
gritarse desde el grito negro de los negros del mundo que gritan sus gritos
desde el létigo de la sangre del grito.
El grito de
los indios aullando sus gritos desde las praderas sin búfalos y desde el
vientre del grito de las montañas del grito. El grito de las mujeres que gritan
desde el sótano del grito de las casas. Cómo no ser grito que grita el grito de
los afeminados desde el trasero del grito penetrado por el grito macho y seco y
podrido.
¡Ay!, cómo
no gritar árabe y no gritar judío.
Cómo no
gritar desde el grito oscuro del universo desaparecido.
Julio Vélez
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