1
Pájaros de los
vientos que, en sueño reparador de espesura,
me
traéis el aliento codiciado, locura del cuerpo que en mí
busca su clausura.
2
Búsquete en mis
heridas la raspadura oscura de la arena, las fuentes dormidas que en sutil,
alada pena, nace lluvias y volcanes serena.
3
Ciervos heridos,
fuente nocturna como el arco y su flecha que, en vuelo potente, a ciervo y
luces estrecha bajo la sombra del monte que acecha.
4
Entre claro y en
niebla, como piedra de relámpago negro que en el agua se empuebla en paz y
hermoso íntegro, suéñote entre desnuda y en suave alegro.
5
Saciemos, amado, la
fruta en su raíz más oculta. Que en luz el cedro eleve su altura hacia la
interior gruta y agrandemos su fuente leve: magma de peces que sobre su océano
llueve.
6
En mi amado logro
contento y en mis cerros y huertos logra mi amado su cumbre. El árbol roza sus
sustento y sacia la sed de la lumbre que, en sol y bosques de luces, trueca su
herrumbre.
Julio Vélez
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