“La poca gente que ha tratado el
genocidio cometido por el franquismo ha tenido problemas”
Antonio
Orihuela: poeta libertario, ensayista, doctor en Historia con tres tesis
doctorales y, en la actualidad, profesor en un instituto de secundaria.
Personaje
poliédrico que a lo largo de dos décadas ha construido una obra, con más de
veinte títulos, apegada a la tierra, de palabra sencilla, buscando devolver la
poesía a "los pobres que están demasiado ocupados/trabajando para que los
burgueses/puedan escribir poesía”.
por Patricia
Simón
Al
final de la comida
le
he enseñado a mi madre
el
libro de poemas
que
acaban de publicarme.
La
artritis de sus manos
apenas
le deja mantenerlo abierto
y
sus escasos años de escuela
recorren
las palabras
como
un niño que gatea
hasta
hacer incomprensibles mis versos.
Loca
de contenta,
orgullosa
de su hijo,
le
lee un poema a mi padre
que
la mira desde el sofá.
Cuando
termina,
levanta
la cabeza
y ve
a mi padre dormido.
Lo
despierta
y
vuelve a comenzar
hasta
tres veces
la
lectura…
Yo
no digo palabra,
pienso
en los amos de la fuerza de los humildes,
en
el tiempo delicioso que les robaron,
en
la lengua que apenas les dejaron para comer
y
reproducirse,
en
los profesionales del estilo,
en
los críticos de las letras,
y en
lo lejos que estará siempre
el
pueblo sencillo y trabajador
de
eso que llaman literatura.
P. ¿Sigue estando el “pueblo sencillo y
trabajador” tan lejos de la literatura? ¿Y qué es eso “que llaman literatura”?
A.
O. Lo que llamamos literatura es un producto que surge en el siglo XIX, un
producto de clase que inventa la burguesía para satisfacer su ocio a través de
un reflejo de su mundo. Rara vez aparecen los trabajadores y cuando lo hacen es
como personajes secundarios, subordinadores, marginales… Esa parte defectuosa
de la sociedad que hay que evitar. A eso es a lo que llamo literatura. Después,
para camuflar ese origen, la burguesía busca una genealogía y empieza a definir
a La Odisea, la Iliada, el Poema del Mío Cid también como literatura.
Hace
un par de meses, Antonio Orihuela llenó el maletero de su coche de ejemplares
de sus libros y recorrió varios cientos de kilómetros para presentar en varios
librerías asociativas del norte de España su antología, Arder (1995-2012). Este
doctor en Historia con tres tesis doctorales a sus espaldas, ha construido a lo
largo de dos décadas una obra poética en las antípodas del academicismo y el
ensimismamiento con la forma. Su poesía directa, cincelada con palabras
sencillas y apegadas a la tierra y a la Historia reciente, es una de las más conocidas
del movimiento anticapitalista Poesía de la conciencia, integrada por autores
afines al movimiento libertario. Coordinador desde 1999 de los Encuentros
anuales Voces del extremo, celebrados en su Moguer natal y promovidos por la
Fundación Juan Ramón Jiménez, sus poemas tildados por algunos de extremistas o
extemporáneos en la década de los 90, suenan ahora familiares a las proclamas
que se escuchan en las manifestaciones contra las llamadas políticas de
austeridad y algunos de sus versos fácilmente podrían haber sido fotografiados
en las innumerables pancartas que abarrotaron las plazas de España por el
movimiento del 15M.
P. A lo largo de su extensa obra poética
es recurrente la denuncia del aburguesamiento de la izquierda, la trampa de
creerse la muerte de la lucha de clases… Ahora, con el empobrecimiento
generalizado de la población, la proliferación de círculos de pensamiento
crítico a raíz del 15M y el nacimiento de nuevos partidos políticos de
izquierda, el discurso de tu poesía que en los 90 sonaba a radical incluso para
sectores progresistas, ahora resulta familiar, similar al que se escucha en
manifestaciones, en las redes sociales… ¿Cómo está viviendo este resurgimiento
del espíritu crítico?
A.
O. Me produce mucha alegría pero en lo personal nuestra situación como
escritores tampoco ha variado excesivamente. Sí hay una mayor recepción a
nuestros discursos, pero la desgracia es que haya tenido que ocurrir todo esto.
En los años 90 había muy poca necesidad de lo que decíamos. Fuimos la primera
generación que habló de memoria histórica en sus poemas, cuando la mayoría
estaba instalada en el discurso del olvido. Los primeros que empezamos a hablar
del problema ecológico que ya tenemos encima, cuando lo habitual era la poesía
hecha de bares, de copas, de mucha evasión. Defendíamos la lucha de clases y
ahora el capitalismo le ha dado la vuelta y son los de arriba los que nos la
están haciendo a los de abajo, pero además con una inquina que no éramos
capaces de imaginar. En España, cada vez que la izquierda institucional ha
perdido el poder han puesto a trabajar a sus intelectales orgánicos para que
generaran discurso. Recuerdo que durante el segundo mandato de Aznar había
instrucciones claras del PSOE a determinados autores para que espabilaran y
produjeran un mensaje distinto al gobernante. Lo que pasa es que cuando
necesitan a estos autores, éstos se desplazan hacia la izquierda y cuando
recuperan el poder se olvidan de ella.
En
1936, a Antonio Orihuela lo vinieron a buscar
en
un camión.
Delito:
Ser
amigo del alcalde socialista.
Haber
abierto un Casino Popular.
Le
pegaron dos tiros
y en
paz.
Como
Ángela Benabat
no
dejaba de gritar,
un
muchacho le estuvo dando culatazos,
con
su máuser,
en
la cabeza,
hasta
mancharse su bonita camisa azul.
Por
los mismos conceptos
su
nieto tendría ahora un trabajo fijo en el Ayuntamiento,
y
estaría forrado
a
base de estrujarles el alma
a
cinco trabajadores,
siempre
menores de veinticinco años-
A su
mujer
Le
dirían: Señora.
Este
poema se llama
Historia
de España.
P. Trabajaste en la Universidad, la
institución por antonomasia de generación de conocimiento, pero también un
sistema muy endogámico, de luchas intestinas dentro y entre los departamentos,
de carreras de fondo interminables para conseguir un puesto medianamente
estable. ¿Cómo te moviste en este
ambiente?
A.
O. Fatal. Parece mentira que la cuna del conocimiento, lo que debería ser un
marco de libertad, horizontalidad, cooperación, sea una estructura tan
bajomedieval, de vasallaje, subordinación. Terrorífico. En este sentido ojalá
tuviéramos el sistema de la universidad norteamericana basada en el meritaje,
porque aquí el meritaje se basa en llevarle al catedrático el café o a sus
hijos a la escuela. Normal que no tengamos ninguna universidad entre las 150
mejores del mundo. Yo me aburrí de la universidad porque veía que la lucha de
clases también se trasladaba allí. Es una cuestión de resistencia porque aunque
decidas convertirte en el vasallo del señor feudal, tienes que tener detrás una
familia con recursos económicos para pasarte quince años cobrando una miseria.
P. Como la carrera para la judicatura.
A.
O. Igual. Yo llegué a publicar en la American Journal of Archaeology, pero aquí
eso no vale nada. Escribes tres artículos en la revista del pueblo y valen lo
mismo. Es una locura. Eso cambió pero yo ya me había retirado. Cuando te decían
en los tribunales “va a salir mi plaza”. Pero, ¿qué locura es ésta? Entonces
los demás para qué vienen, ¿a hacer el paripé?. Es como las tesis doctorales.
Todas tienen buenas notas porque se está valorando al director y si te ponen un
aprobado es como si te hubieran suspendido. Hasta donde yo investigué, en
España nadie ha suspendido una tesis y me consta que hay amigos que han querido
suspender alguna y no les han dejado. Y luego los que compran tesis doctorales.
Tengo una amiga que ha escrito dos tesis y se las han pagado muy bien, por
cierto. En este país la corrupción ha sido lo normal, la gente vivía
diariamente con ella. Esto es, uno se lleva diez millones a Suiza porque puede
y otro, una caja de azulejos porque es lo que tiene a mano.
En
mi caso, nunca me fié del bicho así que lo compatibilicé con sustituciones en
institutos hasta que decidí definitivamente dedicarme a la enseñanza en
secundaria.
P. ¿Y qué tal?
A.
O. Muy bien, es un espacio que si tienes la suerte de que haya un equipo
directivo majo, hay muchas posibilidades de hacer cosas. Además yo trabajo con
chavales de diversificación. Curiosamente, cuando me encuentro con poetas o
escritores que se dedican a la ensañanza suelen estar en estos programas.
P. El movimiento de la memoria histórica
ha vivido en la última década una revitalización muy rápida. Como historiador,
¿qué riesgos crees que se corren en este proceso?
A.
O. La memoria histórica que tanto sarpullido le provoca a la derecha, empezó a
ser recuperada por ésta el 19 de julio de 1936 y no cesó cuando terminó la
guerra, sino que en cada provincia se abrió una causa general donde se recogía
a quién se mató, por qué… Y cuando se dan cuenta de que no tienen muchos
muertos, tiran de patrimonio, iglesia, santos… Esa memoria ya estaba
recuperada.
Cuando
llegamos a la Transición sí que hay un proceso de recuperación de la memoria
histórica, pero muy particular: se recupera la de la institución republicana y
la de la guerra, pero planteada desde una perspectiva falsa. La de dos
Ejércitos que se enfrentan cuando la primera batalla entre éstos no se da hasta
el otoño del 36 en Talavera de la Reina. Pero hay un pacto sobre lo que no se
debe recuperar: el genocidio, el papel de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
del Estado y la Monarquía. Por eso se habla tanto de Guerra Civil en la
abundante filmografía existente, y la poca gente que ha tratado el genocidio
cometido por el franquismo ha tenido problemas. Pilar Miró lo tuvo muy difícil
con El crimen de Cuenca por la visión negativa de la Guardia Civil. Y la
película documental Rocío, que trata de recuperar parte de ese genocidio, se
prohibió en 1981, su director fue multado con 10 millones de pesetas y el
destierro. Se tiene que exiliar y murió hace unos años en Portugal.
Yo
he hecho tres tesis doctorales y la última fue sobre la memoria de la represión
en mi pueblo, Moguer. A la presentación del acto vino el alcalde, un socialista
que ha estado 30 años gobernando, para felicitarme, y me dijo: “Esto no se
podía hacer antes”. Le respondí que sí, que debería haberse hecho antes y no in
extremis como lo tuve que hacer yo, mientras los entrevistados se me iban
muriendo. Sólo me quedaron 12 o 13 personas con edad para tener recuerdos de
entonces y la cabeza bien. Es un trabajo que hoy ya no se podría hacer.
El
historiador Paul Preston ha calculado que en las fosas comúnes yacen los restos
de unas 180.000 personas y el también historiador británico Antony Beevor
calcula que la represión franquista durante la guerra y la posguerra acabó con
la vida de unas 200.000 víctimas.
P. ¿Y qué cree que pasa cuando se habla
de genocidio ahora?
A.
O. Como dice Eladio Orta en un poema, se puede cambiar de régimen pero no de
apellido. Cuando vas escarbando en el genocidio van apareciendo apellidos muy
sorprendentes, y lo que han querido evitar es que se supiera que los apellidos
de los represores, hoy están en los dos partidos.
P. Pero tampoco le podemos pedir el
carnet de pureza de sangre de las personas.
A.
O. Pero ¿por qué lo ocultan? Porque son los principales interesados en que esa
parte de la historia quede oculta.
P. “Dilo con adoquines”. Cada día son
más los que en España, ante el agravamiento de las consecuencias de la crisis,
piden acciones más contundentes que las manifestaciones pacíficas que
diariamente se suceden. ¿Cómo sería en la práctica decirlo con adoquines?
A.
O. El poder se ríe de las expresiones de disgusto de la ciudadanía. Las
personas que participaron en el 15M pensaban que esa protesta tenía que ser
oída y se desengañaron cuando vieron que no se les hacía ningún caso, que si no
hay disturbios, la manifestación no sale en los medios, que se infiltra a
policías para desacreditar la protesta… No basta con reunirnos en las plazas,
hay que emplear otros mecanismos como en Gamonal, donde los vecinos fueron
capaces de plantarle cara al poder político con muy buenos resultados. Eso es
“dilo con adoquinos”.
P. Defiendes una poética “para recuperar
la vida”. ¿A qué tipo de vida se refiere?
A.
O. El capitalismo es un tiempo de muerte porque cada vez estamos más personas
dedicando más horas a alimentar a la bestia. La precariedad significa tener que
echar muchas horas, tener varios ‘minijobs’ y muy poco tiempo para uno, para
pensar, para disfrutar de la vida. La desgracia es que los buenos trabajos
están en vías de desaparecer. Para salir del capitalismo tendríamos que
reinventarnos, decidir qué queremos hacer con nuestra vida.
Los
pobres están demasiado ocupados
trabajando
para que los burgueses
puedan
escribir poesía.
P. Por tanto, escribes poesía porque
tienes un empleo que te deja tiempo libre.
A.
O. De hecho durante un periodo tuve un bar y no escribía ni una línea. Y cuando
estuve trabajando como albañil, recuerdo que llegaba a casa tan machacado que
no podía pensar en leer ni escribir, ni en recurrir a nada que me hiciera bien
espiritualmente o psíquicamente. El cansancio era tan brutal que sólo quería
tirarme en el sofá, encender la tele y que me echara lo que quisiera para no
pensar.
Así
que sí, escribimos porque somos unos privilegiados pero también podríamos haber
decidido escribir otras cosas y buscar una rentabilidad que esta poesía no
tiene.
P. Esta crítica tan furibunda que haces
y has hecho a lo largo de los años a una poesía más ensimismada con la belleza
o a la poesía de la experiencia… ¿De verdad que no pueden convivir? ¿O la
crítica viene de que hayan concentrado la mayoría de la atención de los
espacios de divulgación?
A.
O. Hoy sería más moderado. Son discursos que elaboré en caliente cuando nos
hacían una guerra encarnizada definiéndonos como autores de poesía garbancera.
Hoy lo veo de otra manera. Claro que tienen que convivir y, de hecho, conviven
en mi poesía porque estamos hecho de pasiones, amores, ilusiones… Lo contrario
sería horroroso.
P. Me llama la atención que habiendo
muchas mujeres poetas, muy pocas hayan sido reconocidas con premios. ¿Sigue
siendo el mundo de la poesía tan machista como tantos otros?
A.
O. No sólo eso, sino que además las mujeres siguen siendo las mejores lectoras
y hay muchas escribiendo discursos muy potentes. Sinceramente no sé por qué
esta falta de visibilidad.
Y
Orihuela, empieza a recomendar autoras, amigas: Isabel Pérez Montalbán, María
Eloy García, María Salgado, Isla Correllero, Verónica Pérez Montes, Begoña
Abad…. De cada una un detalle, una anécdota, un libro, mientras sube al coche
para conducir de vuelta a Extremadura, a sus clases, al colegio, a seguir
escribiendo poemas, imprudencias, como:
No
confíes en los perros de los cazadores
…
no
corras a besar sus colmillos
Tú
eres la presa
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