EL
AMOR Y LA MUERTE
Sucede.
El bosque permite que suceda.
Las
hojas amarillean y caen.
Es
así. Remolinos de viento se las llevan.
También
se nos llevan a nosotros. Es así.
Yo
no puedo cambiarlo.
Los
saltos de la cabra montés
de
saliente en saliente –el último,
mal
calculado, ¿quién intervendrá?
Jamás
oí al bosque reclamar
sus
hojas amarillas. El viento se las lleva.
Es
así.
Pide
algo que yo pueda darte: besos,
un
abrigo de invierno nuevo, sinceridad.
Pídeme
sinceridad.
El
que susurra en tu reluctante oído
no
es Dios,
es
tu viejo osito de trapo,
es
el recuerdo de la abuela y la eternidad
bajo
un tilo envuelto en el zumbido de los abejorros.
Lo
que me persigue día y noche
no
son los demonios,
sino
la muerte más vulgar: la mía.
Sobre
nosotros dos ningún Eurípides
escribirá
una tragedia.
Nuestro
amor fue imperfecto,
pero
al ser arrastrados por el viento
nuestras
manos todavía se buscarán mutuamente.
Caen
las hojas al suelo.
Lo
que para algunos es un bello camino
es
para otros un vómito de sangre.
Sobre
la alfombra roja pone el ciervo
la
pezuña y la liebre la pata.
Juntos
amamos el árbol,
pero
el árbol nos deja vivir,
nos
deja morir. Es así.
Yo
no puedo cambiarlo.
Es
así.
WERNER ASPENSTRÖM
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