BREVE BIOGRAFÍA DE JULIO VÉLEZ
Nació
en Utrera el 6 de mayo de 1946, aunque se crió en Morón a la que siempre estuvo
estrechísimamente vinculado, y murió el 23 de diciembre de 1992 en Francia, en
el mismo país y a la misma edad (46 años), que su admirado y querido poeta
peruano César Vallejo, al que tantos años de estudio y trabajo le dedicó.
Cursó
estudios en los Salesianos, pasando después a la Academia Ifac , de
ahí a la Facultad
de Filosofía y Letras de Sevilla. Joven inquieto y creativo como pocos, inició
en involucró a amigos en los primeros grupos de teatro, de poesía, la cultura y
de conciencia social y política, participando activamente en la clandestinidad
durante la dictadura franquista, llegando a ser el responsable cultural del
Partido del Trabajo de España.
De
su faceta como poeta, dice el hispanista Anthony Geist: “Algunos poetas
transforman la experiencia vivida en expresión estética, dejando textos
plasmados sobre el papel o en el aire. Otros viven la poesía en los actos
diarios, convierten en experiencia poética la vida cotidiana. Julio
era
poeta en los dos sentidos de la palabra.
En
su formación poética confluyen tres factores decisivos: Para su formación
ética, su adhesión a una ideología marxista-leninista (preso de la dictadura
franquista tres veces, llegó a ser el responsable cultural del Partido del
Trabajo de España), con su posterior evolución hacia un humanismo radical,
libre de orejeras dogmáticas. Otro factor fue la influencia temprana del
flamenco en su vida y en su obra, con la dignidad aprendida de Diego del
Gastor, junto a D. Francisco Martínez Quesada. El otro factor fue el poderoso
ejemplo de la poesía del peruano César Vallejo. Para Julio vida y literatura,
política y poética, son inseparables. Su poesía era una necesidad personal que
es a la vez necesidad social”.
José Julio Vélez Noguera es autor de cuatro libros de
poesía. El primero, “La espiga y la fiebre” (1967), quedó finalista de los
premios de poesía Carabela 1966, pero Julio siempre consideró su verdadero
primer libro “Laocoonte” escrito once años después entre 1970 y
1974 y publicado en 1978. Sus cuatro textos principales son una curiosa y
potente fusión de la dimensión mítica de la poesía épica y la condensación
lírica de la copla flamenca. Elabora las historias de testimonios de la
resistencia de su pueblo al franquismo, en largos poemas hechos para recitar.
Luego vendría “Los fuegos pronunciados” (1985) un poemario constituido
mayormente por textos líricos breves, que versan sobre el amor, el lenguaje y
la muerte, y sobre la relación entre éstos. Busca la compenetración con
el otro. Por eso precisamente la entiende como poesía necesaria. Para la
publicación del siguiente poemario le cerraron muchas puertas las editoriales,
debido a la publicación de La poesía española según El Pais. Se trataba de un estudio serio,
crítico y estadístico, denunciando la neutralización de la cultura de la
transición democrática. Él luchaba por las transformaciones, no por
continuidades políticas y poéticas.
Escrito en la estela de El Último Ángel
Caído refleja
su complejidad de visión, profundidad de expresión poética y madurez de
pensamiento, que fue publicado póstumamente en el mismo año de su muerte.
Y, además, dejó dos libros inconclusos que aún están inéditos, aunque esperemos
que por poco tiempo: “Por vuelo de herida” y “Dialéctica de la ruina”, donde manifiestan una conciencia
de la vejez y la mortalidad, la preocupación por la salud y un gran
escepticismo ante la eficacia de la palabra poética.
Asimismo, Julio Vélez es autor de una novela
semi-autobiográfica “El bosque sumergido” ganadora del Premio Alcorcón de Novela
Corta, 1993, en la que narra la persecución y tortura que por razones
ideológicas ha caracterizado la historia de España, desde la Inquisición hasta
nuestros días, centrándose en el franquismo.
Julio
Vélez tras ser expulsado en 1970 de la facultad de Filosofía y Letras de
Sevilla por su activismo político, compaginó la continuidad de la lucha
clandestina en Madrid con la continuidad de los estudios, terminando la carrera
en cuatro años.
Tras
participar en la docencia de la
Complutense , ganó brillantemente las oposiciones, a pesar de
dificultades burocráticas, que le convirtieron en profesor titular de
Literatura Latinoamericana en la
Universidad de Salamanca. Dejó escuela, hasta el punto de que
esa misma cátedra la ocuparía después una alumna suya. Como así mismo el mayor
de sus hijos es Profesor de Literatura de la Universidad Complutense
madrileña. También Profesor Visitante en la Universidad de
Washington en el nvierno de 1990, la de Wroklaw en Cracovia, así como en
América Latina y otros programas universitarios. Sin dejar de dirigirle a
alumnos sus tesinas o tesis doctorales.
Además, de poeta, novelista y profesor, llevó a cabo una
importante labor en torno a la vida y obra de César Vallejo, del que, como dijo
Mario Benedetti, todo lo sabía y todo lo compartía. Los dos tomos (en
colaboración con Antonio Merino) de “España en César Vallejo” (1984) y el volumen “Poemas
en prosa/Poemas humanos/España, aparta de mi este Cáliz” (1988), muestran bien a las claras la
devoción, pero también el rigor y el celo de su buceo indagador. La exposición
“Vallejo/cien años de ser/1892-1992” ,
que Julio organizó en Salamanca con su infatigable equipo de alumnos el FLU
(Frente Latinoamericano Unido), fue la culminación de ese amor vitalicio.
En su pregón antológico de Carnaval de Morón (1991) el
año antes de morir, titulado Elogio de la risa popular y subversiva, lo dedicaba a la figura de
Diego del Gastor y de D. Francisco Martínez Quesada, “de quienes aprendí
dignidad”. Dejó algunos memorables artículos y muchos más y trabajos dispersos
en proceso de reunir y publicar. Escribió un libro titulado “Flamenco,
flamenco. Una aproximación crítica” (1976), en torno al cual dio numerosas
conferencias por la geografía andaluza y española, ilustradas por el cante de
Pepe Taranto y Laura Diaz. También dirigió la segunda etapa de la prestigiosa
revista La Pluma.
Tanta
actividad y entrega con pasión a todos y a todo, influiría sin duda en que se
rompiera tempranamente, en plena madurez creatividad por desarrollar, dejando
tras sí una estela de dignidad.
Alejandro Romero Cabrera
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