También en el estado de bienestar
existe la mujer sola
que golpea en su apartamento
con el martillo de sus lágrimas.
Y acurrucado en su abrigo
un hombre en el café
que machaca y machaca
la misma palabra en el almirez de su boca.
Y los chicos del reformatorio
que se tatúan mutuamente
para marcar
que pertenecen a otra tribu.
La presencia de la belleza
puede ser peligrosa.
La ausencia de la belleza
es mortal.
ESTE POEMA de Tomas Tranströmer, traducido por Francisco J. Uriz e
incluido en el nuevo número de Minerva, tiene una historia. La cuenta el propio
traductor en esa entrega de la revista: el poema, olvidado durante años,
apareció manuscrito en la guarda trasera de una antología de poesía latinoamericana
traducida al sueco en 1962 por, curiosamente, el propio Uriz y Artur Lundkvist.
Cuando hace "ocho o diez años" Tomas Tranströmer y su esposa, Monica,
se pusieron a releer las páginas dedicadas a César Vallejo se toparon con ese
poema sin título y sin fecha aunque sus editores dicen que la alusión al
reformatorio en el que el poeta trabajó como psicólogo a principios de los años
sesenta permiten datarlo en esos años.
En 2005 el texto se publicó en sueco dentro
de un libro de ensayos de Jan Erick Vold, poeta noruego afincado en Estocolmo,
y ahora ve la luz en castellano en la revista delCírculo de Bellas
Artes de Madrid junto a un ensayo de Robert Hass, traducido por Jordi
Doce, sobre Bálticos, el largo poema de Tranströmer, y otro de Uriz sobre
la dimensión política del Nobel de literatura de 2011.
El poema del autor de Tañidos
y huellas y los textos que lo acompañan forman parte, queda dicho, del
número 22 de Minerva, una revista semestral que ha conseguido convertirse
en una referencia alimentando sus páginas de las actividades programadas por la
institución que la edita pero yendo mucho más allá. Lejos, lejísimos de los
boletines al uso, la actual época de Minerva la ha convertido es una
de las grandes revistas de arte, pensamiento y literatura de un país, España,
lleno de ambiciosas publicaciones culturales que no pasaron de la segunda
entrega. Además, cuenta con una edición digital que recoge las entregas anteriores -merece
la pena asomarse- y que en breve engrosará el citado número 22, disponible
mientras en edición impresa.
Junto al inédito de Tranströmer, este
número publica las fotografías de Daniele Tamagni junto a un texto de Jean
Rouch; la traducción de La siesta del fauno, de Mallarmé, a cargo de
Antonio y Amelia Gamoneda; una conversación entre Carme Riera, Marta Sanz y
José María Guelbenzu -que creen poco en la crítica literaria-; una aproximación
al mundo de Luis Goytisolo a cargo de Ignacio Echevarría y José Manuel Blecua y
sendas entrevistas a, entre otros, Hector Abad Faciolince, Isaki Lacuesta,
Simon Critchley -como introducción a su texto "Philip K. Dick: filosofía
de garaje"- o Evgeny Morozov. Este último, en conversación con Igor
Sádaba sobre "el lado oscuro" de la Red , sostiene: "Yo estoy seguro de que la
tecnología puede producir estas cosas, el frigorífico se comunicará con el
supermercado y habrá robots que te traerán la lecha a casa por la ventana, pero
mi pregunta es: ¿Por qué es esto necesariamente bueno?". Más adelante, el
autor de El desengaño de Internet: los mitos de la libertad en la red dice:
"Estoy convencido de que terminaremos llevando elegantes gafas de Google
que con la realidad aumentada resolverán muchos de nuestros problemas. Pero,
¿es este el tipo de intervención social que queremos? (...) Ellos [Google]
deciden cómo deberíamos resolver nuestros problemas, cuando lo cierto es que no
son técnicos sino sociales y políticos".
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En la imagen, Tomas Tranströmer retratado en Madrid el 18 de octubre de 2010 por Bernardo Pérez.
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