(Luis López)
XXXVIII
Paseaba yo una
noche
solitario por los
campos del sudor
y por las calles de
Malasaña, pensando
en el grito oscuro
de mi patria
y en las desdichas
encadenadas a la maldad
de los que
gobiernan a los pueblos
tristes
en la miseria
ancestral
de los pájaros sin
nidos.
Paseaba yo una
noche
solitario,
notando como mi
cuerpo,
lejos de ansiar el
mar de las fronteras,
estaba quieto
y parecía haber
pintado con los colores
rojos de la ira,
sus bordes
casi siempre
pacíficos como una hoguera
de pastores,
cuando frente a mí,
la voz antigua de
un hombre
con ojos de animal
tendido a la paz
del sol, surgió
como un niño correteando
entre mis pasos,
sorprendiendo
al tiempo y a la
caja de sorpresas
que es el estar
vivos, aunque
la muerte haya
extendido
sus alas negras como
un guerrero vencido
antes de la
batalla.
Abu Ali
me habló como las
montañas ancianas
al viento;
y yo supe desde esa
noche
que los pueblos, al
igual que los bosques,
guardan sus
canciones como si fueran pájaros,
para volar, volar
hacia mundos nuevos y libres,
como el rito
infantil de los juegos.
Julio Vélez (Los fuegos pronunciados)
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