“Hay
distintas formas de hacer poesía. Algunos poetas transforman la experiencia
vivida en expresión estética, dejando textos plasmados sobre el papel o en el
aire: Otros viven la poesía en los actos diarios, convierten en experiencia
poética la vida cotidiana. Julio Vélez era poeta en los dos sentidos de la
palabra”
(Anthony L.
Geist, de la introducción a “La palabra labra la palabra”, Antología
poética de Julio Vélez, Ed. CSO JuIio Vélez, Morón, Sevilla,1999)
Estás
(estoy) aquí,
al
borde mismo de la alegría.
Sintiendo
cómo
las ventanas se abren,
se
inundan los rincones.
Estoy ahora aquí. Estás con la vida.
Con
las manos bebiendo de las lluvias
como
libertades presentidas.
Así te siento. Me sientes en el latido,
como
fantasma,
como
amor prohibido,
como
arco y luz por las esquinas.
Haciendo que a revolución me suene el alma.
JULIO VELEZ
De
"Los fuegos pronunciados", 1985
***
Conocí la poesía y la figura de Julio Vélez a través de los
amigos del Centro Social que lleva su nombre, en Morón (Sevilla). El Centro, un
antiguo local abandonado por el INEM, del que hablaré en otra ocasión, fue
ocupado por jóvenes moroneses en 1992 y aún sigue siendo un espacio de
encuentro para movimientos alternativos y culturales. En 1999, dentro de sus
muy limitados medios, editaron la antología de la poesía de Julio Velez
(Utrera, 1946-Madrid, 1992) conscientes de la necesidad de difundir la obra y
la personalidad del poeta de la generosidad y la
entrega, poesía que siempre fue vetada en
los circuitos literarios desde que Julio publicara el libro de denuncia e
investigación “La Poesía española según “El
País” (1978-1983) (Ed. Orígenes, Madrid, 1984), uno de los primeros
estudios sobre la mafia literaria en los medios de comunicación y en las
editoriales. Hoy día, los libros de Julio Vélez, su poesía
necesaria, influenciada por la lucha social,
por el flamenco, por Cesar Vallejo, del que era un gran especialista, es
prácticamente inencontrable. Obras como “Los fuegos pronunciados” (Ayuso,
Madrid, 1984) “El bosque sumergido” (Orígenes, 1985) o “Escrito en la estela de
el último angel caido (E. Libertarias-Prodhufi, 1993) han quedado en un
inmerecido olvido que, en esta casi revista de literatura intentaré,
ilusionadamente, rescatar.
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