Pítica
VIII
de
Píndaro de Cinoscéfalos
(A Aristómenes de
Egina, vencedor en la palestra)
¡Oh benévola Tranquilidad, hija de la Justicia ,
engrandecedora máxima de las ciudades,
tú que de los consejos y las guerras
guardas las llaves definitivas,
acoge el trofeo de la victoria pítica de
Aristómenes!(...)
La violencia incluso al muy jactancioso
abate en el curso
del tiempo. El cilicio Tifón no la evitó,
ni tampoco el rey de los Gigantes. Fueron
vencidos por el rayo
y por las flechas de Apolo, quien, con
ánimo propicio,
ha acogido al hijo de Xenarces, que vuelve
de Cirra,
coronado con follaje del Parnaso y con
dorio cortejo.
Cayó no lejos de las Gracias
esta ilas, como justa ciudad,
heredera de los Eácidas por sus ilustres
virtudes.
Tiene una fama perfecta desde antiguo.
Por muchos es celebrada en cantos como
nodriza
de atletas vencedores en los Juegos
y de excelentísimos héroes victoriosos en
prontos combates.
Y en otras cosas se distingue por sus
hombres.
Pero no tengo tiempo para desarrollar
todo un amplio discurso
al son de mi lira y con suntuoso lenguaje.
Que no venga el hartazgo a irritarnos. Pero
mi actual empeño
vaya en tu favor, oh joven, y que la más
reciente de tus hazañas
cobre alas movida por mi ingenio. (...)
Pero quien ha obtenido algún reciente
triunfo
muy airoso se eleva
impulsado por su gran esperanza
sobre los alados poderes de su hombría
y tiene una meta superior a la riqueza.
En breve espacio crece la dicha de los mortales.
E igual
de pronto cae por tierra, zarandeada por un
designio ineluctable.
¡Seres de un día! ¿Qué es uno? ¿Qué no es? El
hombre es
el sueño de una sombra. (...)
(traducción de
Carlos García Gual)
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