viernes, 11 de julio de 2014

Arquíloco de Paros





Soy yo, a la vez, servidor del divino Enialio
y conocedor del amable don de las Musas.

En la lanza tengo mi pan negro, en la lanza
mi vino de Ismaro, y bebo apoyado en mi lanza.

Algún Sayo alardea con mi escudo, arma sin tacha,
que tras un matorral abandoné, a pesar mío.
Puse a salvo mi vida. ¿Qué me importa el tal escudo?
¡Váyase al diantre! Ahora adquiriré otro no peor.

No se van ya a tensar muchos arcos ni frecuentes
hondas, cuando a contienda Ares convoque en el llano.
De espaldas será muy quejumbrosa la tarea.
Que en este género de lucha son muy expertos ellos,
los dueños de Eubea, afamados por sus lanzas.

Anda, con la copa recorre el banco de remeros
de la rauda nave, y destapa las jarras panzudas.
y escancia el vino rojo hasta el fondo de las heces.
Pues no podremos soportar sobrios esta guardia.

Tus fúnebres quejas, Pericles, ningún ciudadano
censurará, ni tampoco la ciudad, entre fiestas.
Tales eran aquéllos que las olas del mar bravío
sepultaron. Hinchados por las penas tenemos
los pulmones. Pero los dioses, amigo mío,
establecieron como medicina para males sin remedio
la firme resignación. Ya uno, ya otro los tiene.
Hoy nos tocó a nosotros, y una sangrienta herida
lloramos. Luego alcanzará a otros. Con que al punto
resignaos y dejad ese llanto de mujeres.

Todo al hombre, Pericles, se lo dan el Azar y el Destino.

Porque ni llorando remediaré nada, ni nada
empeoraré dándome a placeres y festejos.

No me importan los montones de oro de Crises.
Jamás me dominó la ambición y no anhelo
el poder de los dioses. No codicio una gran tiranía.
Lejos está tal cosa, desde luego, de mis ojos.

Corazón, corazón de irremediables penas agitado,
¡álzate! Rechaza a los enemigos oponiéndoles
el pecho, y en las emboscadas traidoras sostente
con firmeza. Y ni, al vencer, demasiado te ufanes,
ni, vencido, te desplomes a sollozar en casa.
En las alegrías alégrate y en los pesares gime
sin excesos. Advierte el vaivén del destino humano.

A los dioses atribúyelo todo. Muchas veces levantan
de las desdichas a los hombres echados sobre el oscuro suelo;
y muchas veces derriban y tumban panza arriba
a quienes caminan erguidos. Luego hay muchos daños
y uno yerra falto de sustento y en desvarío de mente.



Ningún ciudadano es venerable ni ilustre
cuando ha muerto. El favor de quien vive preferimos
los vivientes. La peor parte siempre toca al muerto.

Ningún suceso hay ya inesperado, ni increíble
ni maravilloso, cuando Zeus, Padre de los Olímpicos,
de un mediodía hizo noche, ocultando la luz
del sol brillante. Húmedo espanto sobrevino a las gentes.
Desde entonces, cualquier cosa resulta creíble y esperable
a los humanos. Ninguno de nosotros se admire al verla.
Ni si las bestias agrestes truecan con los delfines
el pasto marino y tienen por más gratas que la tierra
las olas resonantes del mar, y aquéllos prefieren el monte.

No quiero un general alto y bien plantado
ni ufano en sus bucles y esmerado en afeites.
Por mi, ojalá sea un tipo pequeño y patizambo
que se mantenga firme en sus pies, todo corazon

Jugueteaba ella con un ramo de mirto
y una linda flor del rosal...
Su melena
le aureolaba de sombra los hombros y la frente.
...De su perfumado pecho y cabello
Hasta un viejo se habría enamorado
Tal ansia de amor me envolvió el corazón
y densa niebla derramó sobre mis ojos
robando de mi pecho el suave sentido.
Yazgo, infeliz, por la pasión vencido
sin vida, hasta los huesos traspasado
de fieros dolores que los dioses me envían.
Pero el perturbador deseo me domina
y no me cuido de yambos ni placeres.
Ojalá que pudiera tocar la mano de Neóbula...
Y caer, presto a la acción, sobre el odre,
y aplicar el vientre al vientre y mis muslos a sus muslos.

Padre Licambes, ¿qué es lo que tramaste?
¿Quién perturbó tu entendimiento? Antes
estabas en tus cabales. Pero ahora eres
en la ciudad gran motivo de burla.

Cierta fábula hay que así cuenta:
que una vez la zorra y el águila trabaron amistad
como vecinas.

No he celebrado, padre Zeus, mi boda.

¡Oh Zeus, Padre Zeus, tuyo es el poder en los cielos,
y tú observas los hechos de los hombres,
criminales o justos, y a ti incluso te atañe
la desmesura y la justicia entre las fieras!

Sé sólo una cosa importante: responder
con daños terribles a quien daños me hizo.



Traducció al castellà: Carlos García Gual



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