1982: Triunfo
electoral del Partido Socialista Obrero Español
Hace unos años publiqué un aburridísimo libro titulado
La poesía española según “El País”,
en el que trataba algunas de estas cuestiones con bastante cantidad de datos.
Debo decir que ni uno siquiera de ellos ha sido cuestionado por nadie que yo
sepa. La recepción del libro resultó sorprendente. El País me ofreció sus
páginas para la publicación de las conclusiones. Gratamente sorprendido de la
capacidad autocrítica del medio envié el trabajo inmediatamente. El teléfono de
casa comenzó entonces a transmitir mensajes no demasiado elegantes y, hasta en
algún caso, rotundamente groseros. Una especie de cruzada gremial se puso en
marcha y mis dientes, no demasiado sanos de por sí, fueron amenazados de muerte
súbita. Y a estas alturas ni el libro se había publicado, ni El País había
hecho lo propio con el artículo que tardó cinco meses en editarse. Por estas
fechas cambiaron al director del suplemento y es fácil constatar que en los
últimos años la crítica d libros de poesía ha descendido alarmantemente.
También TVE decidió dedicar al tema un programa cultural completo y, para ello,
me pidieron que participara en una mesa redonda junto con los directores de
cuatro suplementos literarios. Aunque supuse que estaría solo en el entierro
acepté encantado. Pensé que era la mejor manera de plantear, fuera de
cuestiones personales, el problema del gusto y su difusión. En definitiva,
considero que el libro no era un análisis coyuntural sobre las relaciones
prensa/ literatura, ni una denuncia del tráfico de influencias en la crítica
periodística española, sino cuestionamiento de una muy particular manera de
entender a ésta en la democracia. La muerte física de las personas no significa
su desaparición de nuestro pensamiento y nuestros actos. El general Franco ha
seguido viviendo en algunos críticos. Ellos se negaron a que nos entrevistaran
juntos y, en consecuencia , conmigo lo hicieron de manera individual y a ellos
en conjunto. Debo dar un dato: durante el primer año se vendieron 123 libros.
Una inmensidad.
No traigo a colación estos datos con ánimo
revanchista, nada más alejado de mis intensiones; pretendo tan sólo ilustrar la
calidad reflexiva y democrática de algunos medios. Debo añadir que las heridas aún
no han cicatrizado. Hace pocos meses, dos editoriales muy conocidas de poesía
han rechazado un libro mío, no sólo sin leerlo, sino sin ni siquiera conocer el
título. Los dos directores coincidieron en recordar que hace unos años yo había
escrito el libro en cuestión. Pero esto es otra historia y no quiero desviarme
del núcleo de mis palabras.
Julio Vélez
(AA.VV. / “DEL
FRANQUISMO A LA
POSMODERNIDAD ”)
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