A la inmensa mayoría
Aquí tenéis, en canto
y alma, al hombre
aquel que amó, vivió,
murió por dentro
y un buen día bajó a
la calle: entonces
comprendió: y rompió
todos sus versos.
Así es, así fue.
Salió una noche
echando espuma por
los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin
saber adónde:
adonde el aire no
apestase a muerto.
Tiendas de paz,
brizados pabellones,
eran sus brazos, como
llama al viento;
olas de sangre contra
el pecho, enormes
olas de odio, ved,
por todo el cuerpo.
¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay!
¡Ángeles atroces
en vuelo horizontal
cruzan el cielo;
horribles peces de
metal recorren
las espaldas del mar,
de puerto a puerto.
Yo doy todos mis
versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis,
en carne y hueso,
mi última voluntad.
Bilbao, a once
de abril, cincuenta y
uno.
Blas de Otero
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