(Tina Modotti)
Tus
manos y la mentira
Graves
como las piedras,
tristes
como canciones de presidio,
pesadas
y macizas como bestias de carga,
tus
manos se parecen
al rostro
endurecido
de los
niños hambrientos.
Ágiles,
laboriosas como abejas,
pródigas
como ubres desbordantes de leche,
intrépidas
lo mismo que la naturaleza,
bajo su
dura piel, tus manos guardan
la
amistad y el afecto.
No está
nuestro planeta sostenido
por los
cuernos de un buey:
Tus
manos lo sostienen...
¡Qué
hombres, nuestros hombres!
Los
mantienen a fuerza de mentiras,
siendo
que andan hambrientos,
faltos
de carne y pan,
y dejan
este mundo, al que cargan de frutos,
sin
poder verlos en la mesa propia
ni siquiera
una vez.
¡Qué
hombres, nuestros hombres!
Sobre
todo los de Asia, los de África,
del
medio Oriente, del Cercano Oriente,
los de
las tantas islas del Pacífico
y los
de mi país,
es
decir, mucho más del setenta por ciento
de los
hombres del mundo:
Están
adormecidos, están viejos,
siendo
listos y jóvenes como lo son sus manos...
¡Qué
hombres, nuestros hombres!
Ustedes,
mis hermanos de América o Europa,
tan
alertas y audaces,
a
quienes, sin embargo, los aturden
lo
mismo que a sus manos,
y les
mienten,
y los
hacen marchar...
¡Qué
hombres, nuestros hombres!
Si
mienten las antenas de las radios,
si
mienten las enormes rotativas,
si
miente el libro y mienten los afiches,
si
mienten los anuncios de los diarios,
si
mienten las desnudas piernas de las muchachas
en el
teatro y en el cine,
si
hasta mienten las canciones de cuna,
si
miente el sueño, si el pecado miente,
si
miente el violinista de la boite,
si
miente el plenilunio
en las
noches sin ninguna esperanza,
si
mienten la palabra,
el
color y la voz,
si
miente el que te explota,
el que
explota tus manos,
si todo
el mundo y todas, todas las cosas mienten,
a
excepción de tus manos,
es para
que tus manos siempre sean
dóciles
como arcilla,
ciegas
como la noche,
idiotas
como el perro del pastor,
y para
que jamás se subleven tus manos
Y para
que no acabe jamás tanta injusticia
-Ideal
del traficante-
Sobre
este mundo nuestro,
este
mundo mortal
Donde
poder vivir
sería
lo mejor.
Nazim
Hikmet
***