¡No!
No más noches quebradas por el viento
o los sueños.
¡No más!
Estoy saciado de miradas románticas al cielo, de mirar con
la vitalidad
guardada en una cartera y olvidada en casa.
¡No más abanicos de estrellas peinando mi cabeza y brazos!
Quiero sentir la vida en mis ojos abiertos. No quiero
domesticar más escenas
de amor con luna llena y roja,
tiñiendo, como un pincel, el hedor a esperma de mis años.
¡Quiero ser como el fuego alto y potente!
¡Apesto a muerto!
El caballo que en mi sangre ruge
con pasos de fiera en celo, se pudre bajo la cuna de
un Sol imbécil que alumbra
también al niño sucio con pies lavados en barro.
¡No más!
¡No más sueños celestes y liras!
Quiero embriagarme de pareados monótonos con barba de
días
y gitanos sin guitarras al hombro mordiendo aire.
Quiero que fluya del huracán de mis labios
El tiempo perdido en cantar romanzas a mozas de trigo.
¡Quiero que tú, mi mujer de tierra y solsticio,
sacies la sed de este tronco, que no por vivo respira!
¡Tú!
La de hoy,
la que lejos
empapabas tu cara
de lágrimas salobres.
¡Tú!
La que tan salvaje como mi sangre,
me tiendes el frescor de tus brazos y tus pequeños pies de
cal.
¡No!
No más cuentos de chimeneas y leños de acero sucio.
¡Quiero!
¡Quiero ver bramar mis ríos en tu cuerpo de ninfas y olas!
¡No más!
¡No más sueños!
Julio Vélez
(de LA ESPIGA Y LA FIEBRE , 1967)
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