(Grabado de Luis López)
miércoles, 31 de octubre de 2012
Amor, ¿qué me duele del hueso...
Amor, ¿qué me duele del hueso,
del diente, de la curva que derrapa, infringe leyes, códigos?
Amor, solo tengo autobús el
corazón y atestado de calorcillo cuando pronuncio el beso que me conduce a la
cueva germinal y húmeda de tu esfinge.
Julio
Vélez
***
lunes, 29 de octubre de 2012
Tan solo pensar... / J. Vélez
(Edward Weston)
TAN SOLO PENSAR
que tu (mi) cuerpo
se llenara de telarañas
como el rincón más húmedo
y frío del armario.
El corazón
se me (se te)
hace añicos.
Julio Vélez
***
domingo, 28 de octubre de 2012
viernes, 26 de octubre de 2012
LOS HERALDOS NEGROS / César Vallejo
(Luis López)
LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma Yo no sé!
Son pocos; pero son Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema
Y el hombre Pobre pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes Yo no sé!
César Vallejo
***
martes, 23 de octubre de 2012
Utopía / Eduardo Galeano
Utopía / Eduardo Galeano
***
Carta del
Subcomandante Marcos a Eduardo Galeano
Ejército Zapatista de Liberación Nacional
México2 de mayo de 1995
A: Eduardo Galeano.
Montevideo, Uruguay.
De: Subcomandante Insurgente Marcos
Montañas del Sureste Mexicano. Chiapas, México.
Señor Galeano:
Le escribo porque... porque me dieron ganas de escribirle. Porque ya pasó el día del niño acá en México y se me ocurre que a usted le puedo platicar lo que acá pasa, en un día del niño, en medio de una guerra sorda. Le escribo porque no tengo ninguna razón para hacerlo y, entonces, puedo así contarle lo que pasa o lo que me viene a la cabeza, sin la preocupación de que no se me vaya a olvidar el motivo de la carta. Porque sí, pues.
También porque perdí el libro que me regaló y porque ese ratón cambista que suele ser el destino (?) ha repuesto el libro perdido con otro libro. Y porque se me ha quedado bailando en la cabeza una parte de su libro "Las palabras Andantes".
Porque dice así:
"¿Sabe callar la palabra cuando ya no se encuentra con el momento que la necesita ni con el lugar que la quiere?. Y la boca, ¿sabe morir?".
Ventana sobre la palabra (VIII), p.262.
Y entonces yo me he recostado para pensar y fumar. Es de madrugada y como almohada tengo un fusil (bueno, en realidad no es un fusil, es una carabina que fue de un policía hasta enero de 1994. Antes servía para matar indígenas, ahora sirve para que no los maten). Con las botas puestas y la pistola recostada a un lado, cerca de la mano, pienso y fumo. Afuera, alrededor de humo y pensamientos, mayo se engaña a sí mismo fingiendo que es junio y hay ahora una tormenta de lluvia, rayos y truenos que logró lo que parecía imposible: callar a los grillos.
Pero yo no estoy pensando en la lluvia, no estoy tratando de adivinar cuál de los relámpagos que está por rasguñar la tela de la noche será el de la muerte, ni siquiera me preocupa que el techito de nylon que cubre mi estancia es demasiado pequeño y se moja la orilla del camastro (¡Ah! Porque resulta que me hice una camita de ramas y horcones, amarrados con bejucos. Lo hice porque la uso de escritorio, bodega y, a veces, para dormir. En la hamaca no me acomodo o me acomodo demasiado, me quedo muy dormido y el sueño profundo es un lujo que, acá, se puede pagar muy caro. En la cama de varillas de palo se está lo suficientemente incómodo como para que el sueño sea apenas un pestañazo).
No, no me preocupan ni la noche, ni la lluvia, ni los truenos. Me preocupa eso de "¿Sabe callar la palabra cuando ya no se encuentra con el momento que la necesita ni con el lugar que la quiere?. Y la boca, ¿sabe morir?". El libro me lo mandó
El último tramo de pabilo se fue con esa página 262 (¡capicúa!, ¿no? ¿una señal?). Y entonces me recordé la frase aquella de Perón que me mandó y luego mi torpe respuesta y, más después, el libro que me envió. Y aquí la pena de contarle que el libro lo dejé botado en la "graciosa huida" de febrero. Y entonces me llegan este libro y las letras sobre el saber callar. Y yo ya llevo varias noches dándole vueltas al asunto, aun antes de que me llegara el libro. Y me pregunto si no llegó la hora de callar, si no será que ya se pasó el momento y ya no es el lugar, si no es la hora de morir la boca...
Y le escribo esto en una madrugada de mayo, pasado ya el 30 de abril de 1995, que es el día del niño acá en México. Nosotros los niños mexicanos celebramos ese día, las más de las veces, a pesar de los adultos.
Por ejemplo, gracias al supremo gobierno, hoy muchos niños indígenas mexicanos celebran su día en la montaña, lejos de sus casa, en malas condiciones de higiene, sin fiesta y con la pobreza más grande: la de no tener un lugar donde recostar el hambre y la esperanza.
El supremo gobierno dice que no ha expulsado a estos niños de sus hogares, sólo ha metido a miles de soldados en sus terrenos. Con los soldados llegaron el trago, la prostitución, el robo, las torturas, los hostigamientos. Dice el supremo gobierno que los soldados vienen a "defender la soberanía nacional".
Los soldados del gobierno "defiende" a México de los mexicanos. Estos niños no han sido expulsados, dice el gobierno, y no tienen por qué sentirse espantados de tantos tanques de guerra, cañones, helicópteros, aviones y miles de soldados.
Tampoco tienen por qué asustarse, aunque esos soldados traigan órdenes de detener y matar a los papás de estos niños. No, estos niños no han sido expulsados de sus casa. Comparten el piso irregular de la montaña por el gusto de estar cerca de sus raíces, comparten la sarna y la desnutrición por el simple placer de rascarse y por lucir una figura esbelta.
Los hijos de los dueños del gobierno pasan su día en fiestas y regalos.
Los hijos de los zapatistas, dueños de nada como no sea su dignidad, pasan su día jugando a que son soldados que recuperan las tierras que les quitó el gobierno, juegan a que siembran la milpa, a que van por leña, a que se enferman y nadie los cura, a que tienen hambre y, en lugar de comida, se llenan la boca de canciones.
Por ejemplo, esa canción, que les gusta cantar en la noche, cuando más cerradas son la lluvia y la niebla, y que dice, más o menos así:
"Ya se mira el horizonte,
combatiente zapatista,
el camino marcará
a los que vienen atrás"
Y, por ejemplo, en el horizonte aparece, marcando el paso, el Heriberto. Y atrás del Heriberto, por ejemplo, va el hijito del Oscar que lo llaman Osmar.
Y van, los dos, armados de sus dos varitas que pasaron a llevar de un acahual cercano ("No son varitas", dice el Heriberto y asegura que se trata de poderosas armas que son capaces de destruir un nido de hormigas arrieras que está cerca del arroyo y que le picaron al Heriberto y hubo de tomar represalias).
Avanzan el Heriberto y el Osmar en columna. Y por el frente opuesto avanza
Y detrás de
Y a mí todo
esto me lo están contando, pero como si lo estuviera viendo al Wellington
frente a Napoleón en esa película que se llamó "Waterloo" y, creo,
salía el Orson Wells y al Napoleón lo derrotaban por culpa de un dolor de
panza.
Pero aquí no hay Orson que valga, ni flanqueos de infantería, ni apoyo de artillería, ni defensa en cuadro contra las cargas de los de a caballo, porque tanto el Heriberto comola Eva
han decidido optar por el ataque frontal y sin escaramuzas ni tanteos
previos.
Yo estoy a punto de opinar que eso parece batalla de sexos, pero ya se está lanzando el Heriberto sobrela
Chelita , evitando la carga directa de la Eva que se ve, de pronto,
frente a un Osmar que no la espera cara a cara,, ni de pie sino que está de
lado y en cuclillas porque ahí no más le dieron ganas de cagar y la Eva proclama que el Osmar se
cagó de miedo y el Osmar no dice nada porque ahora quiere montar el chuchito se
le acercó a oler, y en el entretanto la Chelita se puso a llorar cuando vio venir al
Heriberto y el Heriberto ahora no sabe qué hacer para que se calle la Chelita y le ofrece una
piedrita de regalo ("Acaso es piedrita", dice el Heriberto que
asegura que se trata de oro puro) y la Chelita nada que para su chilladera y yo estoy
pensando que hasta que le dieron una sopa de su propio chocolate al Heriberto
cuando llega la Eva ,
en maniobra que llaman de "voltear la posición enemiga", y le cae el
Heriberto por la espalda (cuando Heriberto ya le está ofreciendo su arma
antihormiga-arriera a la
Chelita , la cual está considerando la oferta, entre chillido
y chillido), y entonces, ¡pácatelas!, la muñeca-arma de la Eva llega en su cabeza del
Heriberto y empieza la chilladera, (estereofónica, porque la Chelita se siente
estimulada por los gritos del Heriberto y no se quiere quedar atrás), y hay
sangre y ya viene la mamá de no sé quien, pero trae un cinturón en la mano y
los dos ejércitos se desbandan y el campo de batalla queda desierto y en la enfermería
declaran que el Heriberto tiene un chipote del tamaño de su nariz y que, como la Eva está intacta, ganaron la
mujeres en esta batalla.
El Heriberto se queja de arbitraje parcial y prepara el contra-ataque pero no será hasta mañana porque ahorita hay que comer los frijoles que no llenan ni el plato ni la panza...
Y así pasaron el día del niño, dicen, los niños de un poblado que se llama Guadalupe Tepeyac. En la montaña lo pasaron, porque en su pueblo hay varios miles de soldados defendiendo "la soberanía nacional". Y dice el Heriberto que, cuando sea grande, va a ser chofer de un camioncito y piloto de avión no quiere ser porque, dice, si se le poncha la llanta del carrito, ahí nomás te bajas y te vas caminando, en cambio si se le poncha la llanta al avión no hay para donde hacerse.
Y yo me digo que cuando sea grande voy a ser uruguayo-argentino y escritor, en ese orden, y no crea usted que será fácil porque lo que es el mate, no lo puedo tragar.
Pero no era esto lo que yo quería contarle. Lo que yo quería era contarle un cuento para que usted lo cuente:
Me enseñó el Viejo Antonio que uno es tan grande como el enemigo que escoge para luchar, y que uno es tan pequeño como grande el miedo que se tenga. "Elige un enemigo grande y esto te obligará a crecer para poder enfrentarlo. Achica tu miedo porque, si él crece, tú te harás pequeño", me dijo el Viejo Antonio una tarde de mayo y lluvia, en esa hora en que reinan el tabaco y la palabra.
El gobierno le teme al pueblo de México, por eso tiene tantos soldados y policías. Tiene un miedo muy grande. En consecuencia, es muy pequeño. Nosotros le tenemos miedo al olvido, al que hemos ido achicando a fuerza de dolor y sangre. Somos, por tanto, grandes.
Cuéntelo usted en algún escrito. Ponga que se lo contó el Viejo Antonio. Todos hemos tenido, alguna vez, un Viejo Antonio. Pero si usted no lo tuvo, yo le presto el mío por esta vez.
Cuente usted que los indígenas de sureste mexicano achican su miedo para hacerse grandes, y escogen enemigos descomunales para obligarse a crecer y ser mejores.
Esa es la idea, estoy seguro que usted encontrará mejores palabras para contarlo. Escoja usted una noche de lluvia, relámpagos y viento. Verá cómo el cuento sale así nomás, como un dibujito que se pone a bailar y a dar calor a los corazones que para eso son los bailes y los corazones.
Vale. Salud y un muñequito sonriente, como ésos con los que firma.
Pero aquí no hay Orson que valga, ni flanqueos de infantería, ni apoyo de artillería, ni defensa en cuadro contra las cargas de los de a caballo, porque tanto el Heriberto como
Yo estoy a punto de opinar que eso parece batalla de sexos, pero ya se está lanzando el Heriberto sobre
El Heriberto se queja de arbitraje parcial y prepara el contra-ataque pero no será hasta mañana porque ahorita hay que comer los frijoles que no llenan ni el plato ni la panza...
Y así pasaron el día del niño, dicen, los niños de un poblado que se llama Guadalupe Tepeyac. En la montaña lo pasaron, porque en su pueblo hay varios miles de soldados defendiendo "la soberanía nacional". Y dice el Heriberto que, cuando sea grande, va a ser chofer de un camioncito y piloto de avión no quiere ser porque, dice, si se le poncha la llanta del carrito, ahí nomás te bajas y te vas caminando, en cambio si se le poncha la llanta al avión no hay para donde hacerse.
Y yo me digo que cuando sea grande voy a ser uruguayo-argentino y escritor, en ese orden, y no crea usted que será fácil porque lo que es el mate, no lo puedo tragar.
Pero no era esto lo que yo quería contarle. Lo que yo quería era contarle un cuento para que usted lo cuente:
Me enseñó el Viejo Antonio que uno es tan grande como el enemigo que escoge para luchar, y que uno es tan pequeño como grande el miedo que se tenga. "Elige un enemigo grande y esto te obligará a crecer para poder enfrentarlo. Achica tu miedo porque, si él crece, tú te harás pequeño", me dijo el Viejo Antonio una tarde de mayo y lluvia, en esa hora en que reinan el tabaco y la palabra.
El gobierno le teme al pueblo de México, por eso tiene tantos soldados y policías. Tiene un miedo muy grande. En consecuencia, es muy pequeño. Nosotros le tenemos miedo al olvido, al que hemos ido achicando a fuerza de dolor y sangre. Somos, por tanto, grandes.
Cuéntelo usted en algún escrito. Ponga que se lo contó el Viejo Antonio. Todos hemos tenido, alguna vez, un Viejo Antonio. Pero si usted no lo tuvo, yo le presto el mío por esta vez.
Cuente usted que los indígenas de sureste mexicano achican su miedo para hacerse grandes, y escogen enemigos descomunales para obligarse a crecer y ser mejores.
Esa es la idea, estoy seguro que usted encontrará mejores palabras para contarlo. Escoja usted una noche de lluvia, relámpagos y viento. Verá cómo el cuento sale así nomás, como un dibujito que se pone a bailar y a dar calor a los corazones que para eso son los bailes y los corazones.
Vale. Salud y un muñequito sonriente, como ésos con los que firma.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente
Marcos
P.D. de advertencia policiaca. Es mi deber informarle que soy, para el supremo gobierno de México, un delincuente. Por lo tanto mi correspondencia puede ser implicatoria.
Le ruego que se grabe usted el contenido de la presente, es decir, la encomienda que suplica, y destrúyala inmediatamente. Si el papel fuera de chicle, le recomendaría que lo comiera y, masticando, se pusiera a hacer esas bombitas de chicle que tanto escandalizan a las buenas conciencias, y que demuestran la falta de urbanidad y educación de quien las hace.
Aunque hay algunos que las hacen con la esperanza de que una de las bombitas sea lo suficientemente grande como para llevarlo a uno de esa ruta luminosa que, allá arriba, se alarga... como se alargan el dolor y la esperanza sobre el cielo de nuestra América.
P.D. improbable. Salude usted de mi parte, si lo ve, al tal Benedetti. Dígale usted, por favor, que sus letras, puestas por mi boca en el oído de una mujer, arrancaron alguna vez un suspiro como esos que echan a andar a la humanidad entera.
Dígale también, que quién quita y lo de "Marcos" fue por "el cumpleaños de Juan Ángel".
***
domingo, 21 de octubre de 2012
Las primeras muertes / Julio Vélez
“Solo
odio la muerte cuando la pienso en vosotros”
Julio Vélez
Las
primeras muertes.
De golpe, descubrí un día que los poemas
no son más que gotas de lluvia contra
el ataúd de la muerte. Desde entonces
supe que los frutos del árbol sagrado
que desde pequeño habitaban en mi alma,
habían madurado a la vida. El sol
se había injertado en ellos y me descubrí
envejecido con fortuna. La ciudad me mostró
sus resonancias más íntimas y el olor
del azahar impregnó mi mirada.
Abracé en una caricia a mi amigo
y felices nos adentramos en la noche
luminosa y alcohólica. La ciudad
selló sus puertas y me quedé sólo en el pórtico.
Mis flechas las continuaré lanzando aguerridas
contra las columnas y las almenas.
Julio
Vélez
Fuente: http://escomberoides.blogspot.com.es/2012/10/julio-velez-1946-1992.html
***
viernes, 19 de octubre de 2012
BREVE BIOGRAFÍA DE JULIO VÉLEZ / Alejandro Romero Cabrera
BREVE BIOGRAFÍA DE JULIO VÉLEZ
Nació
en Utrera el 6 de mayo de 1946, aunque se crió en Morón a la que siempre estuvo
estrechísimamente vinculado, y murió el 23 de diciembre de 1992 en Francia, en
el mismo país y a la misma edad (46 años), que su admirado y querido poeta
peruano César Vallejo, al que tantos años de estudio y trabajo le dedicó.
Cursó
estudios en los Salesianos, pasando después a la Academia Ifac , de
ahí a la Facultad
de Filosofía y Letras de Sevilla. Joven inquieto y creativo como pocos, inició
en involucró a amigos en los primeros grupos de teatro, de poesía, la cultura y
de conciencia social y política, participando activamente en la clandestinidad
durante la dictadura franquista, llegando a ser el responsable cultural del
Partido del Trabajo de España.
De
su faceta como poeta, dice el hispanista Anthony Geist: “Algunos poetas
transforman la experiencia vivida en expresión estética, dejando textos
plasmados sobre el papel o en el aire. Otros viven la poesía en los actos
diarios, convierten en experiencia poética la vida cotidiana. Julio
era
poeta en los dos sentidos de la palabra.
En
su formación poética confluyen tres factores decisivos: Para su formación
ética, su adhesión a una ideología marxista-leninista (preso de la dictadura
franquista tres veces, llegó a ser el responsable cultural del Partido del
Trabajo de España), con su posterior evolución hacia un humanismo radical,
libre de orejeras dogmáticas. Otro factor fue la influencia temprana del
flamenco en su vida y en su obra, con la dignidad aprendida de Diego del
Gastor, junto a D. Francisco Martínez Quesada. El otro factor fue el poderoso
ejemplo de la poesía del peruano César Vallejo. Para Julio vida y literatura,
política y poética, son inseparables. Su poesía era una necesidad personal que
es a la vez necesidad social”.
José Julio Vélez Noguera es autor de cuatro libros de
poesía. El primero, “La espiga y la fiebre” (1967), quedó finalista de los
premios de poesía Carabela 1966, pero Julio siempre consideró su verdadero
primer libro “Laocoonte” escrito once años después entre 1970 y
1974 y publicado en 1978. Sus cuatro textos principales son una curiosa y
potente fusión de la dimensión mítica de la poesía épica y la condensación
lírica de la copla flamenca. Elabora las historias de testimonios de la
resistencia de su pueblo al franquismo, en largos poemas hechos para recitar.
Luego vendría “Los fuegos pronunciados” (1985) un poemario constituido
mayormente por textos líricos breves, que versan sobre el amor, el lenguaje y
la muerte, y sobre la relación entre éstos. Busca la compenetración con
el otro. Por eso precisamente la entiende como poesía necesaria. Para la
publicación del siguiente poemario le cerraron muchas puertas las editoriales,
debido a la publicación de La poesía española según El Pais. Se trataba de un estudio serio,
crítico y estadístico, denunciando la neutralización de la cultura de la
transición democrática. Él luchaba por las transformaciones, no por
continuidades políticas y poéticas.
Escrito en la estela de El Último Ángel
Caído refleja
su complejidad de visión, profundidad de expresión poética y madurez de
pensamiento, que fue publicado póstumamente en el mismo año de su muerte.
Y, además, dejó dos libros inconclusos que aún están inéditos, aunque esperemos
que por poco tiempo: “Por vuelo de herida” y “Dialéctica de la ruina”, donde manifiestan una conciencia
de la vejez y la mortalidad, la preocupación por la salud y un gran
escepticismo ante la eficacia de la palabra poética.
Asimismo, Julio Vélez es autor de una novela
semi-autobiográfica “El bosque sumergido” ganadora del Premio Alcorcón de Novela
Corta, 1993, en la que narra la persecución y tortura que por razones
ideológicas ha caracterizado la historia de España, desde la Inquisición hasta
nuestros días, centrándose en el franquismo.
Julio
Vélez tras ser expulsado en 1970 de la facultad de Filosofía y Letras de
Sevilla por su activismo político, compaginó la continuidad de la lucha
clandestina en Madrid con la continuidad de los estudios, terminando la carrera
en cuatro años.
Tras
participar en la docencia de la
Complutense , ganó brillantemente las oposiciones, a pesar de
dificultades burocráticas, que le convirtieron en profesor titular de
Literatura Latinoamericana en la
Universidad de Salamanca. Dejó escuela, hasta el punto de que
esa misma cátedra la ocuparía después una alumna suya. Como así mismo el mayor
de sus hijos es Profesor de Literatura de la Universidad Complutense
madrileña. También Profesor Visitante en la Universidad de
Washington en el nvierno de 1990, la de Wroklaw en Cracovia, así como en
América Latina y otros programas universitarios. Sin dejar de dirigirle a
alumnos sus tesinas o tesis doctorales.
Además, de poeta, novelista y profesor, llevó a cabo una
importante labor en torno a la vida y obra de César Vallejo, del que, como dijo
Mario Benedetti, todo lo sabía y todo lo compartía. Los dos tomos (en
colaboración con Antonio Merino) de “España en César Vallejo” (1984) y el volumen “Poemas
en prosa/Poemas humanos/España, aparta de mi este Cáliz” (1988), muestran bien a las claras la
devoción, pero también el rigor y el celo de su buceo indagador. La exposición
“Vallejo/cien años de ser/1892-1992” ,
que Julio organizó en Salamanca con su infatigable equipo de alumnos el FLU
(Frente Latinoamericano Unido), fue la culminación de ese amor vitalicio.
En su pregón antológico de Carnaval de Morón (1991) el
año antes de morir, titulado Elogio de la risa popular y subversiva, lo dedicaba a la figura de
Diego del Gastor y de D. Francisco Martínez Quesada, “de quienes aprendí
dignidad”. Dejó algunos memorables artículos y muchos más y trabajos dispersos
en proceso de reunir y publicar. Escribió un libro titulado “Flamenco,
flamenco. Una aproximación crítica” (1976), en torno al cual dio numerosas
conferencias por la geografía andaluza y española, ilustradas por el cante de
Pepe Taranto y Laura Diaz. También dirigió la segunda etapa de la prestigiosa
revista La Pluma.
Tanta
actividad y entrega con pasión a todos y a todo, influiría sin duda en que se
rompiera tempranamente, en plena madurez creatividad por desarrollar, dejando
tras sí una estela de dignidad.
Alejandro Romero Cabrera
***
jueves, 18 de octubre de 2012
Espergesia / César Vallejo
(Foto de Manuel Alvarez Bravo)
Espergesia
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico... Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no saben
que la luz es tísica,
y la
Sombra gorda...
Y no saben que el Misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.
César Vallejo
Fuente: El poeta
ocasional
***
Vélez el filólogo sobre Vélez el poeta.
El filólogo Julio Vélez Sáinz habla sobre la obra de su padre, el poeta Julio Vélez, durante el homenaje que se le rindió en mayo de 2012 en Sevilla
jueves, 11 de octubre de 2012
“Hay
distintas formas de hacer poesía. Algunos poetas transforman la experiencia
vivida en expresión estética, dejando textos plasmados sobre el papel o en el
aire: Otros viven la poesía en los actos diarios, convierten en experiencia
poética la vida cotidiana. Julio Vélez era poeta en los dos sentidos de la
palabra”
(Anthony L.
Geist, de la introducción a “La palabra labra la palabra”, Antología
poética de Julio Vélez, Ed. CSO JuIio Vélez, Morón, Sevilla,1999)
Estás
(estoy) aquí,
al
borde mismo de la alegría.
Sintiendo
cómo
las ventanas se abren,
se
inundan los rincones.
Estoy ahora aquí. Estás con la vida.
Con
las manos bebiendo de las lluvias
como
libertades presentidas.
Así te siento. Me sientes en el latido,
como
fantasma,
como
amor prohibido,
como
arco y luz por las esquinas.
Haciendo que a revolución me suene el alma.
JULIO VELEZ
De
"Los fuegos pronunciados", 1985
***
Conocí la poesía y la figura de Julio Vélez a través de los
amigos del Centro Social que lleva su nombre, en Morón (Sevilla). El Centro, un
antiguo local abandonado por el INEM, del que hablaré en otra ocasión, fue
ocupado por jóvenes moroneses en 1992 y aún sigue siendo un espacio de
encuentro para movimientos alternativos y culturales. En 1999, dentro de sus
muy limitados medios, editaron la antología de la poesía de Julio Velez
(Utrera, 1946-Madrid, 1992) conscientes de la necesidad de difundir la obra y
la personalidad del poeta de la generosidad y la
entrega, poesía que siempre fue vetada en
los circuitos literarios desde que Julio publicara el libro de denuncia e
investigación “La Poesía española según “El
País” (1978-1983) (Ed. Orígenes, Madrid, 1984), uno de los primeros
estudios sobre la mafia literaria en los medios de comunicación y en las
editoriales. Hoy día, los libros de Julio Vélez, su poesía
necesaria, influenciada por la lucha social,
por el flamenco, por Cesar Vallejo, del que era un gran especialista, es
prácticamente inencontrable. Obras como “Los fuegos pronunciados” (Ayuso,
Madrid, 1984) “El bosque sumergido” (Orígenes, 1985) o “Escrito en la estela de
el último angel caido (E. Libertarias-Prodhufi, 1993) han quedado en un
inmerecido olvido que, en esta casi revista de literatura intentaré,
ilusionadamente, rescatar.
Fuente: